22.12.05

BUENOS DESEOS PARA EMPEZAR EL AÑO

Hoy, evidentemente, no tengo nada que ganar porque no juego. No creo que sea posible que al ganador de un premio como el que gané yo le caiga el gordo de navidad. O la palabra no es posible. La palabra es ético. Si jugase y ganase otra vez, supongo que me pondrían víboras en el buzón. Y tal y como está el mundo, yo creo que me lo merecería.

Supongo que mi punto débil consiste en mi inmenso complejo de culpabilidad. Supongo que las donaciones que hago a diversas ONG's (que no me siento con fuerzas de volver a mencionar, mírense las entradas anteriores) no se deben a que yo sea altruista en absoluto, sino a que sufro un complejo que tengo que acallar como sea. Es decir, es una motivación egoísta. De la que se beneficia (espero) un montón de gente, pero egoísta como la que más.

¿Quién soy yo? ¿Nada más que un tipo que ganó una Primitiva y el dinero le amargó la vida? ¿El enfermo de depresión que promueve menos compasión del mundo? ¿Y ya está? Anoche estuve viendo un reportaje sobre la Teología de la Liberación (de la que hablaba tangencialmente Horacio en aquel post memorable) y se me caían las lágrimas de vergüenza.

Decidido: en Año Nuevo se acabó el tango. Basta de autocompasión y basta de días en cama y basta de ensaladas de pastillitas (bueno, esto último hace ya unos meses que no lo hago). ¡Temblad, manchegas, que llega Mastronardi!

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