LI PO Y YO
Me fascina esa leyenda que dice que Li Po (o Li Bai, como está de moda decir ahora) solía escribir poemas para doblar el papel en forma de barquito y tirarlos al río, para verlos flotar corriente abajo. Casi puedo ver la escena yo también: joyas irrepetibles de la literatura universal deshaciéndose en la corriente, con la tinta desleída, de camino al Mar del Japón. Ser un genio, captar como un prisma perfecto la realidad a tu alrededor (y dentro de ti) en una serie de versos resplandecientes, y renunciar al regalo, destruirlo por placer. Pescar tiburones con la mano, y soltarlos a continuación.
Me parezco a él. Sólo que yo ni me molesto en pescar nada, para qué, total para soltarlo luego. Después de toda la operación, Li Po solía beber vino contemplando los valles y las montañas de China. Yo miro por la ventana un callejón que da a una ciudad decrépita en mitad de Castilla La Mancha y me fumo un porrito. Me estoy pasando ya, creo, con los porritos.
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