UN SINTAGMA DEVALUADO Y VUELTO A VALUAR
Me estoy zampando a carrillos llenos el estupendo blog de un periodista enviado por 20 Minutos a Gaza para cubrir el bloqueo. Antisemita, cuidao, tanto el blog como el periodista como el periódico: aparecen fotos de niños palestinos ametrallados.
La expresión popular hijo de puta es sumamente maleable. Todo tipo de personas la emplean continuamente en todo tipo de situaciones, añadiéndole matices nuevos según sus necesidades y aplicándola a personas que actúan o han actuado de formas muy diversas. Desde el trapero hasta el consejero delegado, el pueblo la usa, también la realeza.
Todos, sin embargo, están de acuerdo en una cosa: el que tira misiles sobre edificios sin saber siquiera quién hay dentro es un HIJO DE PUTA. Luego yo podré ser un antisemita, o un progre, o lo que me quieran llamar desde ese simpático PPartido, que para eso están las etiquetas y la flexible semántica. Tú, miliciano de Hezbolá con tus misiles rusos, o tú, coronel israelí, sois unos HIJOS DE PUTA y eso no admite cuestión, se acabó el relativismo, hombre ya. Entre todos, deberíamos hacer algo con vosotros, y personalmente creo que, si no lo hacemos, es por culpa de una serie de hijos de puta que tratan de sacar partido de la situación, pero adviertan que este último lo he escrito con minúscula. Porque admite discusión, porque se puede matizar, porque es una valoración personal y entra tal vez dentro del ámbito de la geopolítica. Iré a cualquier charla coloquio a la que se me invite a hablar de por qué pienso esa cosa tan fea de los que aplauden o apoyan o hacen caso omiso de la invasión, y allí seguiré (o no) llamándolos hijos de puta y aportando mis razones. Ahora, de los otros, de los de las bombas y los misiles, no tengo más que decir que que espero que se pudran en el infierno por HIJOS DE PUTA. Leches, entre el calor que hace y el cabreo que tengo me va a dar un algo. Me voy a meter la cabeza debajo del agua un rato, pero recuerden: HIJO DE PUTA hay que decirlo más.
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