14.8.06

UN VERBO

Si hay un verbo extrañamente caído en desuso (cuando la realidad casi exige que se lo utilice todo el tiempo), ése es perorar. Todavía aguanta el sustantivo perorata, lo cual me parece lógico dada la cantidad de peroratas por minuto que nos tenemos que zampar, pero no, me parece, el verbo, la acción de hablar y hablar por el sólo placer de sentar el dogma de nuestras opiniones, exponer la verdad, hacer valer la razón (y/o La Razón de Ansón).

Perorar contiene los matices negativos de monologar pero no los positivos, y además no hace referencia a ningún arte escénico. Perorar es lo que le gusta a Castro o a Losantos (pero la epidemia se extiende). Perorar implica colocarse en un púlpito desde el que examinar a la audiencia como los entomólogos consideran a sus bichos: te voy a ensartar con este pedazo de aguja. Quien perora es incapaz de bajar de sus alturas para la compasión, o la comprensión, o la negociación de nada con el otro. Perorar implica un otro a quien hay que aplastar, con la fuerza de la perorata o, qué más da, con cualquier otra fuerza.

Etimológicamente, perora quien, por insuficiencia intelectual, no llega a orar y se queda mascullando sus cosas en la puerta. Observen el cambio de actitud del perorador cuando se le planta delante el otro y la cosa amenaza con convertirse en un diálogo. El cambio de tono. El me tengo que ir que he quedado.

¿Cuál es la primera persona del singular del presente simple del verbo perorar? ¿Peroro? Suena raro, ¿no? Será porque nadie lo reconoce. Bueno, yo sí, yo peroro. Pero peroro exclusivamente solo, lo que equivale a ser ladrón y robarse a uno mismo la cartera. En fin. Los hay que chupan candados, también, según el (probablemente falso) dicho popular.

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