16.2.07

EN QUÉ QUEDÓ EL BIG BANG

Mientras avanza la tarde, me siento a los mandos del transbordador lunar. Agarro los controles: este ratón, este teclado. No sé a dónde voy a ir y tengo puesto un disco del amigo Chinarro:



Se oye ruido de fondo e inmediatamente pienso en ese efecto aguja-de-tocadiscos del que tanto abusan los productores de OT y Beyoncé, por ejemplo. No es eso, claro. Lo que se oye es la crepitación universal de la posibilidad. La posibilidad que tengo, sin ir más lejos, de escribir una entrada en este blog que termine por cambiar el mundo. O un poema a mi novia prófuga que la haga volver con lágrimas en los ojos, tres años después, con su mitad intacta del premio de la lotería. Es un ruidito muy sutil pero que está ahí, como el que hace un televisor sin sintonizar cuando quitamos el sonido. Si no lo buscas, no aparece.

También se puede oír al salir a la calle a pasear. Pero saber a dónde vas lo apaga.

Luego no se cumple nada de nada. Pero es precioso, el ruidito.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si no eras el Mastronardi de "Después de la lluvia", quizás seas el Detective Mastronardi, que aparece en el minuto 83 de la película "Barton Fink".

Anónimo dijo...

Soy todos y ninguno, oh amigo Pistacho, y la identidad fluye a través de mí como la corriente del Golfo que es y no es el océano Atlántico. Años ha que Gombrowicz me dijo Cálmese, Mastronardi, dejándome clavado para siempre en los anales de la literatura argentina. Pero también seré un detective salvaje por los dominios de los hermanos Coen, o simplemente una voz que dice tonterías en blogs con nombre de frutos secos cascarados.

Pistacho dijo...

tienes el blog descompuesto hace un tiempo. ¿quieres un almax?