6.8.07

¡SÍNDETON Y SÍNDETON!

Hago como hacía (perdón, como hace) mi madre y a las once de la mañana cierro a cal y canto todas las persianas de la casa. No se ve gran cosa: sólo queda la luz que entra por alguna rendija y la que desprende la pantalla del ordeñata. Los veranos en la Mancha profunda son, paradójicamente, la estación de la oscuridad, con esas costumbres vampíricas que nos gastamos. Pero hay que reconocer que la cosa funciona y que un par de grados nos ahorramos con la técnica. Además, al volver a abrir a eso de las nueve, la casa se refresca y es muy agradable.

Así recluido, prácticamente solo en el edificio y escuchando a/ el zumbido del ventilador y b/ los tortazos que se va dando la perra contra las paredes, se me ofrece un instante de paz, y consigo dejar fuera, como los rayos de sol excesivo, la angustia emocional por un rato, y leo alguna cosa rebonita por los blogs, y dejo de pensar que soy un inútil y un vago, y me autoamnistío, y se me ocurre que además de todo lo malo, soy también un lector, así a jornada completa, y que si pudiera ceñirme a eso, a la lectura y a los besos de mi muy babosa perra tuerta, y dejar al margen todo lo demás, ya tendría algo, una primera piedra de algún tipo sobre la que estarme tranquilo, una foto de carnet que más o menos pudiera usar sin morirme de asco y de vergüenza, una mínima definición absolutoria, y me tumbo en el sofá a pensar en todo esto para escribir esta entrada, y la primera decisión que tomo es: si vas a leer, deja de leerte a ti mismo, cojones, que hay mucho papel por ahí suelto que lo merece más que tú.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Qué seríamos sin nuestros momentos de onanismo literario? ¿Y si no nos leemos nosotros mismos por qué nos van a leer los demás?