UN AÑO CHECO, 2X02
CROSS
Jesús.
Su escasa resistencia a la caricaturización. Su participación
entusiasta en este proceso. Su calvicie, “la menos digna de
España”, según Paulo. Todos esperamos que Paulo se refiriese con
eso a una mala elección de peluquero. Su orgullo friqui. Sus palmas,
siempre sudadas. Sus gafas. Su currículum, abundante en exóticos
nombres de lenguajes de programación. “Le tengo tanta alergia a lo
emocional -dijo en un famoso tuit- que a veces tengo que quitar las
pelis porno antes de la corrida”. Sus famosas boutades
cuando se ve rodeado de chicas: “Tengo el listón muy alto. No
podría follarme a ninguna tía que no pudiera ser modelo de cara, de
culo y de manos.”, que generan tremendas corrientes de hostilidad
contra él: pero a dónde vas tú, colgao, que eres más
feo que un parto de ranas, ¿con
eso del listón te refieres al precio de las putas, no? A
veces los amigos se lo
decimos: qué pretendes con esas cosas que dices, Jesús, no ves que
la gente se lo toma en serio y se cabrea. Además, así no vas a
encontrar pareja a corto plazo, tampoco, Jesús, macho. Es la pura
antiépica Jesús cuando entonces se levanta, todo (in)digno y nos
cuenta que lo hace para luchar contra el patriarcado, para
sacrificarse por sus compañeros de género, para corporeizar el Mal
(pero con su feo e inofensivo cuerpo) y hacer de spárring panzón.
Me siento un hígado, ahí todo el rato digiriendo toxinas,
dice el pobre. -Te vas a llevar una hostia, corazón.
-Lo hago por ellas. Y
por qué no. Lo decía Magris (cito de memoria): tal vez el mejor
amante de la vida no sea el que la corteja e invita al cine y magrea
en el asiento de atrás, sino el que la mira de lejos y le escribe
cartas de enamorado y nunca las manda. En fin, que es muy Jesús
cuando se pone así, Jesús.
XXX
Finalmente
es Jesús quien desbloquea todo el Proyecto, que languidecía de
tanto darle vueltas con cerveza. Va y de golpe se acuerda de que
tiene un amigo que está de lector en la República Checa, no en
Praga pero cerca, en České
Budějovice. Le envía un email y a los cuatro minutos y medio nos
llega su respuesta, que es la de alguien tan aburrido que el
aburrimiento en su vida tiene peso y consistencia, se puede cortar y
empaquetar, no sirve para nada pero abulta: tal vez para drenar
lagos, o detener inundaciones. Alguien que se aburriría de Erasmus
en Amsterdam. Alguien a quien cosas como Las Vegas o el Museo
Hermitage no lograrían sacar de un tedio retroalimentado al
milímetro, autosuficiente, invulnerable. Dice que sí, que el
castillo praguense perfecto existe. En una zona repleta de pensiones
de estética soviética. Que sabe a quién vestir de guardián
tártaro: a algún estudiante de lenguas latinas, sin ir más lejos.
Que puede contratar los desplazamientos por Praga por nosotros. Y
buscar la pensión según nuestras especificaciones. E instalar la
wifi. Y darle a los turistas su número de móvil por si pasa algo. Y
presupuestarlo todo y contestarnos al día siguiente. Los
emprendedores norteamericanos suelen automotivarse con el siguiente
argumento: la gente tiene el bolsillo lleno de dinero y está
deseando dártelo a poco que le des una oportunidad. Nosotros
podríamos añadir: la gente tiene una vida llena de horas y días y
está deseando dártelos a poco que le des una dirección, un esbozo
de sentido. Decidimos, por unanimidad, pagarle los gastos y cincuenta
euros por remesa de turistas. El tipo acepta. Estamos listos para
empezar. Las Miralles sacan una marihuana que huele a beleño,
bergamota y anuncio de compresas. Lo celebramos profusamente. Unas
horas más tarde le preguntamos a Jesús, pero él tampoco se acuerda
del nombre del guía.
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