14.8.12

UN AÑO CHECO, 2X02


 CROSS


Jesús. Su escasa resistencia a la caricaturización. Su participación entusiasta en este proceso. Su calvicie, “la menos digna de España”, según Paulo. Todos esperamos que Paulo se refiriese con eso a una mala elección de peluquero. Su orgullo friqui. Sus palmas, siempre sudadas. Sus gafas. Su currículum, abundante en exóticos nombres de lenguajes de programación. “Le tengo tanta alergia a lo emocional -dijo en un famoso tuit- que a veces tengo que quitar las pelis porno antes de la corrida”. Sus famosas boutades cuando se ve rodeado de chicas: “Tengo el listón muy alto. No podría follarme a ninguna tía que no pudiera ser modelo de cara, de culo y de manos.”, que generan tremendas corrientes de hostilidad contra él: pero a dónde vas tú, colgao, que eres más feo que un parto de ranas, ¿con eso del listón te refieres al precio de las putas, no? A veces los amigos se lo decimos: qué pretendes con esas cosas que dices, Jesús, no ves que la gente se lo toma en serio y se cabrea. Además, así no vas a encontrar pareja a corto plazo, tampoco, Jesús, macho. Es la pura antiépica Jesús cuando entonces se levanta, todo (in)digno y nos cuenta que lo hace para luchar contra el patriarcado, para sacrificarse por sus compañeros de género, para corporeizar el Mal (pero con su feo e inofensivo cuerpo) y hacer de spárring panzón. Me siento un hígado, ahí todo el rato digiriendo toxinas, dice el pobre. -Te vas a llevar una hostia, corazón. -Lo hago por ellas. Y por qué no. Lo decía Magris (cito de memoria): tal vez el mejor amante de la vida no sea el que la corteja e invita al cine y magrea en el asiento de atrás, sino el que la mira de lejos y le escribe cartas de enamorado y nunca las manda. En fin, que es muy Jesús cuando se pone así, Jesús.

XXX

Finalmente es Jesús quien desbloquea todo el Proyecto, que languidecía de tanto darle vueltas con cerveza. Va y de golpe se acuerda de que tiene un amigo que está de lector en la República Checa, no en Praga pero cerca, en České Budějovice. Le envía un email y a los cuatro minutos y medio nos llega su respuesta, que es la de alguien tan aburrido que el aburrimiento en su vida tiene peso y consistencia, se puede cortar y empaquetar, no sirve para nada pero abulta: tal vez para drenar lagos, o detener inundaciones. Alguien que se aburriría de Erasmus en Amsterdam. Alguien a quien cosas como Las Vegas o el Museo Hermitage no lograrían sacar de un tedio retroalimentado al milímetro, autosuficiente, invulnerable. Dice que sí, que el castillo praguense perfecto existe. En una zona repleta de pensiones de estética soviética. Que sabe a quién vestir de guardián tártaro: a algún estudiante de lenguas latinas, sin ir más lejos. Que puede contratar los desplazamientos por Praga por nosotros. Y buscar la pensión según nuestras especificaciones. E instalar la wifi. Y darle a los turistas su número de móvil por si pasa algo. Y presupuestarlo todo y contestarnos al día siguiente. Los emprendedores norteamericanos suelen automotivarse con el siguiente argumento: la gente tiene el bolsillo lleno de dinero y está deseando dártelo a poco que le des una oportunidad. Nosotros podríamos añadir: la gente tiene una vida llena de horas y días y está deseando dártelos a poco que le des una dirección, un esbozo de sentido. Decidimos, por unanimidad, pagarle los gastos y cincuenta euros por remesa de turistas. El tipo acepta. Estamos listos para empezar. Las Miralles sacan una marihuana que huele a beleño, bergamota y anuncio de compresas. Lo celebramos profusamente. Unas horas más tarde le preguntamos a Jesús, pero él tampoco se acuerda del nombre del guía.

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