9.12.05

CÓMO HACER LO QUE TE DA LA GANA

Con aquello de ganar la Primitiva y perder a mi Adriana y a los hijos de puta de mis amigos y entrar en una depresión, perdí diez kilos y aprendí varias cosas. Muchas de ellas no vienen al caso (por ejemplo, la programación del Canal+ del año 2004), pero una sí o espero que sí, porque esta entrada va de eso.

No hay nada más complicado en el mundo que hacer, verdaderamente, lo que te salga de los cojones. Desde el sintomático momento en que eres un criajo de un mes y estás en los brazos de tu mamá y alargas la mano para coger, por ejemplo, un cigarro encendido o una hoja de afeitar o una jeringuilla usada por un mendigo toxicómano, cualquiera de esas cosas tan atractivas para un lactante que en ningún caso te dejan coger, desde ese momento, digo, la vida se convierte en el largo aprendizaje de la represión. Ocho años de colegio, uno de catequesis, cuatro de instituto, cinco de universidad, medio de autoescuela, dos de posgrados, treinta de trabajo, diez de asilo público y un número indeterminado de vida eterna, tus padres, unos cincuenta profesores, unos cuantos curas, tres o cuatro novias, los putos Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, el ejército, los vecinos, las enfermeras, Dios y la sociedad en general parecen estar ahí con el único objetivo de que no puedas hacer lo que te da la gana. Y llega un momento en que ya ni te acuerdas de qué era lo que te daba la gana. Y cuando de repente te quedas solo y un buen número de esas barreras desaparece, pues no sabes ni qué hacer. Improvisas.

Yo desde luego improvisé muy mal, no tengo pensado contarlo aquí pero diremos que me bebí alguna que otra copa de más y no hice mucho caso al sabio consejo de Stevie Wonder don't drink and ride a fucking Vespa on a rainy day, que es una frase que parece tonta hasta que te ves en un hospital con varios huesos hechos chicle. También cogí la costumbre de pasarme días y días tirado en el sofá viendo la tele alimentándome de café con leche y Ducados y sin hablar con nadie. Etcétera etcétera.

Pero es que es lo normal. Tuve que volver a aprender a hacer lo que me salía de los cojones. O más bien a desaprender a hacer lo que me salía de los cojones, si me han seguido a mí y a Lolo Rico. Y eso cuesta, o qué os creíais.

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