23.12.05

EL QUID DE LA CUESTIÓN O LA MADRE DEL CORDERO

Como quedan muy pocas horas para coger mi autobús y perderme en las soledades manchegas hasta el año que viene, me está sobreviniendo una especie de pánico metafísico acompañado de tembleque en las rodillas, nudo en la boca del estómago y taquicardia acompasada (bueno, puede que los cuatro cafés que me he tomado tengan algo que ver). En serio, tengo que salir más. No he puesto un pie fuera de esta ciudad desde que volví del pueblo a principios de este año.

Para calmarme, pienso en coger un libro y sentarme a leer, pero ya en serio, ¿qué libro de toda la literatura occidental del siglo XX está indicado para patologías como la mía? ¿Kafka, Proust, Miller, Cortázar, Bolaño? ¿Hay alguna novela o libro de cuentos que no enseñe explícita o implícitamente que la civilización es un excremento que más valdría limpiar con un chorro de agua a presión? ¿Que el ser humano no es un desecho prescindible, o que la vida no es absurda y que lo mejor que podríamos hacer no es suicidarnos todos en masa? Menos mal que, ya en este milenio, con gente como Houellebecq y tal, la cosa está mejorando*.

Así que me pongo la tele. Hay talk-shows, teletiendas, programitas educativos y anuncios de créditos al consumo. Todo terriblemente opiáceo. Los minutos parecen siglos, pero al menos no estoy añadiendo nerviosismo al nerviosismo. Y así un poco como de pasada, encuentro la clave que explica por qué la gente prefiere meterse a través de la caja tonta unos contenidos diseñados para solaz de oligofrénicos, antes que sentarse con un libro de Thomas Bernhard a pasar la velada. Menudo genio que estoy hecho.

Feliz año nuevo a todos. Y que les sea leve la Navidad.

* Para no lectores de Houellebecq, aclaro que esto contiene cierta dosis de ironía (N. del T.)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya, hoy es el tercer día que leo u oigo algo referente a ese autor francés.
¡Felices fiestas!