15.12.05

PLAY STATIONS Y BURROUGHS

No voy a entrar en la obviedad de recordarles lo irónico que resulta que un niño pueda ver en el informativo de mayor audiencia las víctimas carbonizadas de la invasión de un país extranjero por parte de las tropas del suyo (respiro), y en cambio no pueda comprar un juego de consola u ordenador en el que se atropella o dispara a gente. Es decir: invadir Irak y limpiarse a 30.000 civiles usando armas químicas tan inocuas como el fósforo blanco, sí. Jugar a Grand Theft Auto, no. Porque salen tetas.

Todo esto, repito, es una obviedad. Hay una terrible campaña en marcha en contra de los videojuegos, como todo el mundo sabe. Al mismo tiempo, otras de fomento de la lectura. Cualquier lectura. Con lo que ocurre lo que ocurre:

(Interior noche. Vemos a Miguelito, de 9 años, leyendo El almuerzo desnudo con los ojos como platos. El padre entra en la habitación acompañado por un amigo)

PADRE: ¡Ahí está mi hijo! ¡Siempre leyendo como un campeón! ¡Mira cómo le cae la babilla y tó! ¡No como antes, que lo único que hacía era jugar al fútbol con la plei! Que es lo que digo yo, que se les reblandece el cerebro... Instintos asesinos, les produce, la plei ésa. Los vuelve violentos, Jaime, te lo digo en serio. Y llegó el momento en que Pili y yo tuvimos que tomar una decisión, y le tiramos la plei a la basura, y le trajimos los libros de mi sobrino Sebastián, sí, el yonqui, sí, total él para lo que los quiere...

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