3.4.06

ASESOR YO

En mis años de aprendiz de asesor laboral, tuve que forzarme de lunes a viernes de cada una de las semanas a interesarme un poquito por lo que estaba haciendo. Me recordaba una y otra vez que la lucha de clases estaba ahí, que la dignidad de la gente estaba ahí. Al final todo se reducía a la revisión de nóminas y más nóminas preparadas por el ordenador. No tenía autoridad ni experiencia para pasar al nivel superior. El nivel superior, por otra parte, consistía en recordar a un empresario tras otro lo que no podía y lo que sí podía hacer con un determinado empleado, así que ni ganas, tampoco. Lo más duro de mi trabajo consistía en impostar un nivel mínimo de interés, escandalizándome delante de mi jefe con lo que tal o cual cliente había dicho o hecho (cuando en realidad me importaba un pepino), por ejemplo.

La culpa de todo la tenía mi trabajo, que era muy aburrido, le solía decir a todo el mundo (empezando por mí mismo). Varios años después de dejar aquel trabajo, la sensación es la misma. Lo único que ha cambiado es que ya no tengo que impostar nada.

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