CONCEPTOS INCONEXOS AL VOLVER A CASA
Uno, que tiene un pasado trotskista, siempre ha creído que no es difícil llegar a un nivel de sentido común en el que la noción de patria se vacía de todo contenido. A partir de ese umbral, que te convierte en un apátrida, uno va colocando en esa categoría toda clase de cosas heterogéneas, como un paisaje, o un postre, o unos zapatos. Hasta Corto Maltés puso ahí su guerrera, me parece a mí.
Benedetti, que es un cursi a quien jamás releo, pero que seguramente también es uno de estos apátridas de los que hablo, colocó la piel de una amante en esa categoría, en una figura ya clásica. Un poco como para Camus la lengua francesa, para don Mario los pechos y las nalgas (terminología benedettiana, evidentemente yo diría tetas y culo) eran las cordilleras del único país que consideraba totalmente suyo. Una elección mucho más tangible, espero, que esa abstracción llamada Uruguay. O España. O Castilla la Mancha independiente. O Freedom for Castrillo de los Polvazares.
Como cantaba el llorica de Television Personalities, nada tan adictivo como la sensación de pertenencia que siempre implica el sexo, la piel. Por mucho mundo que tenga uno a las espaldas, por muy desconocidos que sean los amantes, cómo evitar esa sensación: no somos nada, no somos nadie, somos esta piel y nos tenemos el uno al otro. La Sense of Belonging. Que engancha, oigan.
Y por seguir (y terminar) con las metáforas: cómo no acojonarse al probar por primera vez cualquier sustancia tan absolutamente adictiva, tan destructiva. Ser un cobarde, salir por patas. Qué no sería capaz de hacer un cobarde, hasta dónde no llegaría, qué enemigos mortales no tumbaría a patadas con tal de no enfrentarse a sus temores. Para Pereza y ensaladas, desde su capital manchega les informó Mastronardi, buenas tardes.
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