9.11.06

ALLENDE LOS MARES A BORDO DE UNA BOTELLA DE VALDEPEÑAS Y DOS TEXTOS

Qué curiosas esas conexiones imprevistas entre dos cosas que uno anda leyendo al mismo tiempo. Cosa nº1: Un extracto del epílogo de un libro de John Elliott sobre las dos colonizaciones de América (o sea, la británica y la castellana). Se lo recomiendo a todos ustedes a gritos porque va directo a las causas socioeconómicas de cada modelo civilizatorio y desmonta al mismo tiempo las reminiscencias de la leyenda negra que aún quedan en este asunto. No nos confundamos tampoco, aquí nadie es un revisionista: para esclavistas, explotadores y expoliadores, los castellanos y su cohorte de curas. Pero bueno, lo que muchos sospechábamos: que la colonización británica no fue, digamos, un asunto de ong, tampoco, y que el cliché de los dos imperios (el luminoso, ilustrado y caritativo anglosajón contra el anquilosado, cruel y fundamentalista castellano) tiene mucho de operación de márketing imperial: la creación de la leyenda negra que podemos rastrear en películas como Amistad, de Spielberg, o en la próxima Los fantasmas de Goya (donde la Inquisición va quemando gente en pleno siglo XIX), que no sé ustedes pero yo no me pierdo. El viernes que viene sesión doble: primero Borat y a continuación ésta, a ver con cuál me río más.

Cosa nº2: Simultáneamente a mi anjo preto favorito, releo un pasaje muy curioso del amigo Borges, quien, al final de su vida, tras esa juventud anarquista y esos largos años de antihispanismo exacerbado (me he reído mucho con sus ataques a Gracián y a Meléndez y Pelayo), parece reconciliarse con la madre patria a través del único libro peninsular que admiraba, cómo no el ubicuo Quijote. Dice que, a pesar de todo, reconoce la vena sociocultural común cuando, en la Primera Parte, el amigo Quijano ve fugarse a un galeote de la fila de condenados y renuncia a denunciarlo, porque quién es él para juzgar a otro y quién sabe por qué razones se persigue a ese hombre. Es decir, la desconfianza común por las instituciones del estado y el establecimiento de una moral individual o grupal, opuesta a la moral universal, administrada por el estado, de la civilización anglosajona (por ejemplo).

Con una cosa y otra visualizo un poco mejor todo aquello de la conquista, supongo. Parece que por cada hijo de la gran puta tipo Hernán Cortés o Pizarro o cualquier nombre de avenida extremeña hubo muchos Alvar Núñez Cabeza de Vaca pasándolas putas (casi tanto como en sus aldeas de origen), tratando a toda costa de evitar a la autoridad (incluyendo por supuesto al clero en este apartado), casándose o arrejuntándose con americanas e insultando a todo el mundo en este idioma tan propicio a ponernos verdes. Será cuestión de brindar por éstos, que hicieron el mal pero intentaron oponerle el bien, y a la segunda generación ya eran totalmente americanos (y con el pelo más liso). Salú, señores.

(Nota: No abrir más botellas de Valdepeñas a la hora del aperitivo)

(El enlace de Elliott vía Libro de Notas)

1 comentario:

la patata de la libertad dijo...

Y no olvidemos, que la "civilización" de las américas se surtió de todo aquello que Europa despreciaba. Los primeros pogroms -camuflados- llenaron barcos hacia "territórios cárcel". Es decir, que mira si ya éramos gilipollas en esa época que creíamos que vivir fuera de españa era una condena.
Por lo demás, me da que el anarquismo de Borges era parecido al que ahora revindican Boadella o Sánchez-Dragó (salvando las distancias, claro, kilométricas, continentales).