PARA HACER BIEN EL AMOR HAY QUE VENIR AL SUR
Dentro de un rato vuelvo a salir para Murcia a visitar a Laura. Es el resultado de algo que hice ayer, para mi vergüenza: escribirle una larga (y ridícula) carta de amor por correo electrónico. Y no, no tiene nada que ver con aquello de que sólo aquéllos que nunca han escrito cartas de amor ridículas son verdaderamente ridículos. Es que es todo mentira, desde la primera palabra hasta la última. No me he quedado pensando en ella desde que nos conocimos hace un mes. Me he quedado más bien burro. Y jodido por todas las calabazas que me ha dado. No se me ha ocurrido nada mejor para solucionar esos dos problemas.
Menos de una hora después de darle a enviar me llama y me dice que le ha encantado, que ella también siente algo por mí pero que algo le decía que no teníamos futuro (no me lo creo) y ha preferido pasar de mí para no cometer otra vez el error de siempre (tampoco me lo creo). Que está muy ilusionada y que quiere verme (eso sí me lo creo). Y comerme (eso ya veremos).
Yo calculaba que tenía 95% de posibilidades de que ni contestara a mi emilio. Las mujeres nunca, nunca dejarán de sorprenderme. Ni de darme miedo.
Y en unos minutos, el tercer (y más importante) post de hoy.
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