28.2.07

¡FELIZ CUMPLEAÑOS, MILITANCIA!



Si ven contradicción entre la militancia izquierdista y la pereza total, miren para otro lado, porque aquí está Mastronardi para demostrar que ambas son perfectamente compatibles. Bueno, quizás suavizando un poco eso de militancia, eso sí.

Reconozco que no voy a manifas, ni le envío cartas al director de ningún periódico, ni ya que vamos leo apenas periódicos, mucho menos esos panfletos ideológicos que venden los de las juventudes del PC. Confieso que hasta me caen mal los de las juventudes del PC, seguramente porque me dan mala conciencia cuando paso de su cara al cruzármelos por la calle. Mi militancia es la más vaga que hay, la económica. Todos los meses les paso unas aportaciones relativamente generosas a una serie de organizaciones, no sólo altermundistas sino de pura cooperación internacional, eso sí no gubernamentales, y a AI. Esto, evidentemente, no acalla mi mala conciencia. Pero menos da una piedra.

Pues vaya mierda de militancia, dirán ustedes, y tendrán razón. Ha tenido épocas mucho más gloriosas pero ah, se va quedando en nada, como un servidor. Hoy mismo, y de eso va todo este rollo, cumple años. No un servidor, no. La militancia.

Exactamente el 28 de febrero de 1994 me topé en una revista con esta foto, que no coloco aquí directamente por si a alguien le produce el mismo efecto que a mí. Si a alguien le pica la curiosidad, vamos despejando: es la archiconocida imagen que tomó Kevin Carter en Sudán en 1993, por la que tanto lo criticaron, por la que ganó el premio Pulitzer y por la que se suicidó. Ese día yo tenía diecisiete años y a esa edad uno suele ser bastante dramático y tomárselo todo demasiado a pecho, con lo que se me perdonará que me pusiera a llorar y que pensase si estás aquí en la Tierra y no haces nada para borrar una atrocidad así es que vales menos que un saco de mierda. Lo apunté tal cual en una libreta y pegué al lado el recorte de la foto, y gracias a eso tengo esta curiosa efeméride ideológica. Solía acordarme todos los años y dejé de hacerlo precisamente cuando me cayó la Primi. Hasta el día de hoy.

Antes de encontrarme con La Foto, yo era una especie de socialista congénito, cosas de mis padres y mi provincia, donde todo ser mayor de sesenta años piensa que si recibe alguna prestación del Estado (sea la pensión, o recetas para medicamentos, o citas con el médico) es gracias a que Felipe González y José Bono le firman al alimón un permiso especial junto a unas palabras de agradecimiento por su voto. Ahora Barreda, sí, también, pero menos.

Me alegro de haber entrado en el simpático mundo de la política mediante una hostia como la de aquel día y no dedicarme a arrastrar las estúpidas preconcepciones de mis progenitores. Todas esas tardes ociosas de mi paso por la UCM, que me tiraba fumando porros y hablando de pseudopolítica con mis amigos perroflautas (que luego me traicionaron, ya saben), yo pude tener una imagen en la cabeza, una indicación bien clara que me ayudó a no perder el norte entre toda esa palabrería marxistizante que nos gastábamos. Usando la foto como eje, podía pesar una teoría y otra, y saber más o menos a qué votaba, o qué causa apoyaba, o a qué estaba diciendo que no. Aunque luego todo se fuese complicando y complicando, y la complicación no parezca tener fin, es bueno saber dónde está el principio de la madeja, no perderlo de vista, ponerle velitas el día de su cumpleaños. No importa si se trata de una foto que apenas puedes mirar sin tambalearte aun después de tantos años, sin principio (sin principios) no hay fin noble que valga. Ni siquiera para una militancia tan perezosa como la mía.


P.D.: Si me he acordado esta vez de mi cumpleaños ideológico, ha sido probablemente gracias a esta entrada. ¡Gracias don Anjo Preto!

1 comentario:

Anónimo dijo...

gracias a usted, siempre