PAISAJE CHÉJOVIANO POR EL PATIO DE LUCES
Es sabido que la lluvia inclina hacia la introspección, lo que ocurre es que, en mi caso, una subida de cualquier valor en los niveles de introspección me obligaría a tener una conversación con mi fauna intestinal. Para evitar tentaciones, y para alejar de mi mente las voces bacterianas que surgen de mi propio ombligo, me apalanco frente a la ventana de la cocina y trato de concentrarme en mirar llover sobre el patio de luces, donde percibo lo que sigue:
Rikardo, el inquilino ubicuo del que ya hablé en una ocasión (aún no le perdono su condición de agente doble de mis padres, si supiera cómo lo ponía de patitas en la calle), está cantando una canción de, me parece, Crowded House. Sí, estoy casi seguro, la tiene puesta de fondo mientras berrea y es ésta (no se sientan obligados a darle al play):
Semejante novedad me retrotrae a la escena que sorprendí la semana pasada: la guapa ucraniana de la familia que se acaba de mudar al segundo (al sur de mis dominios en el edificio, por desgracia), y a la que llamo Marlene en honor de Love Of Lesbian, charlando en la entrada con Rikardo, ese treintaypicoañero mezcla de boyscout y perroflauta, epítome de cómo no entrar en la calvicie con dignidad, ni en la mediana edad ya que vamos. A los dos, digo, hablando en inglés de música (Shakira, Juanes, que le gustan a ella, Fito y Fitipaldis por recomendación de él, do they sing in spanish? como alegato de ella, I can translate it if you want como inverosímil asalto patético-depredador de él, etcétera) mientras yo fingía examinar durante cinco minutos el correo que me había llegado y que no era, evidentemente, más que publicidad.
Ahora Rikardo le canta serenatas a su amada Marlene, está más claro que el agua, con la esperanza de que le lleguen a través del patio de luces (desde su ventana no se ve la de los ucranianos), y le demuestren que es un tío sensible que escucha Crowded House y que no le importa que lo oigan desafinar.
Estoy mirando llover en la cocina bajo una luz pálida y escuchando canciones que ya eran tristes en su versión original, antes de que viniera un tipo como Rikardo a emplearlas como mensajes de amor para una conquista imposible.
De repente la escena me resulta muy bonita. Además, me da gustito que haya alguien todavía más solo que yo. ¿Y mi sed de venganza? Se borra, como lágrimas en la tormenta.
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