13.4.07

VACACIONES. SÍ, VACACIONES.

Sí, me he tomado unos días de vacaciones, qué pasa. A veces la presión de escribir este blog se hace insoportable.

En algún momento de estos días más bien indistintos he firmado un papel que permite a mis inquilinos votar en las juntas de propietarios como si los pisos fueran suyos. Algo que el administrador de la comunidad, que es quien me ha preparado el documento, me ha desaconsejado vivamente. De esa forma pasarías de tener cinco votos a tener sólo uno, dice. Como si yo pensara asistir alguna vez a alguna de esas juntas, o peor, pararme a escuchar lo que se dice en ellas, o peor aún, dedicarme a votar cinco veces en un sentido o en otro. Los inquilinos (entre ellos, el conspicuo Rikardo, que ustedes ya conocen), más contentos que si les hubiera bajado el alquiler. No me digan que el mundo no está escrito en un idioma incomprensible. Digo más: en otro alfabeto. No indoeuropeo.

En algún otro momento, parado en la calle bajo la lluvia junto a mi perra, un nudo en la garganta venido de no se sabe dónde, unas repentinas y acuciantes ganas de llorar, pero sin motivo aparente, y la mezcla de todo ello (la lluvia en la cabeza, el olor a tierra mojada, la perra mirándome con cara de y a éste qué tripa se le ha roto ahora, las lágrimas, etcétera) clavándome al presente como hace mucho tiempo que no me pasaba, inyectándome en el corazón una buena dosis de estoyvivoína, de efecto inmediato, como a Mia Wallace, se acuerdan, ¿verdad? Una mezcla benéfica de cosas negativas. Un fenómeno meteorológico. Una bendición.

Y ésos han sido mis viajes. Y aquí estoy de vuelta con todos ustedes, monsieur Mastronardi, a sus pies.

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