9.1.08

LIMEHOUSE BLUES EN EL CAJÓN

Tengo un cajón, no metafórico sino totalmente real, no es una metáfora sino un vertedero que tienen en Sao Paulo, que dirían Astrud, donde guardo un objeto que no puedo usar. O bueno, dos objetos: mis viejos pisamierdas, regalo de mi querida novia en la más feliz época en que no éramos ricos.

Una especie de superstición personal me impide usarlos. Creo que mi subconsciente quiere dejarlos ahí metidos para cuando sea feliz y normal y no tenga en casa cajones cumpliendo funciones de cápsulas de tiempo emocional.

También tengo metida ahí mi letra minúscula, dicho sea esto en sentido, ahora sí, metafórico, porque es sabido que la letra de cada cual no puede ser guardada en cajón físico alguno. Creo que ya lo expliqué por aquí: con mi letra minúscula le escribía notitas a Adri y se las escondía donde sabía que las iba a encontrar: bolsas de patatas fritas a medio, botes de potingues para la cara, cuadernos, etcétera. Para escribir listas de la compra uso las mayúsculas. Otra superstición más.

Hoy he dado con otra cosa que no usar hasta que venza (vencer, vencimiento: esta palabra es un oxímoron por sí sola) este período de mendicidad cardíaca. El otro día hablé de lo enganchado que ando con el último de PJ Harvey. Pues bien, este disco es su exacto contrario, y viene de los años cincuenta del siglo pasado, y si hubiera un sonido para la felicidad total, sería éste:



Pero ya digo: lo meto en el cajón. Porque no soy capaz de oírlo ahora. Porque ese sonido equivale ahora mismo a afeitarme sin jabón y bañarme en la playa. O sea, que me duele.

1 comentario:

Sólo digo una cosa dijo...

Una canción y un par de botas es suficiente. Que pasen los días y llegue el momento del zafarrancho.