LA CONVERSACIÓN MATINAL
Violeta: Pero entonces, ¿qué has hecho todos estos años, desde que se fue Adri?
Mastronardi: Nada.
V.: ¿Y dónde has estado? ¿Aquí?
M.: Sí. Aquí. Y en internet.
V.: ¿Y en internet qué has hecho? ¿Alguna página? ¿O solo porno?
M.: Solo porno.
V.: Joder, macho, debes de ser un experto en porno.
M.: Ya, jajajaj.
V.: ¿Y no has escrito más historias, como la que me enseñaste el otro día?
M.: No
V.: ...
M.: ¿Te horroriza eso? ¿Que no haya hecho nada?
V.: ¡Qué va, tío! Que no te creas que yo he hecho mucha cosa tampoco.
(Eso sé que no es verdad. Es una mentira piadosa. En los últimos cuatro años, Violeta ha recorrido España entera como tres veces, ha vivido en Barcelona, en Ampurias, en Oiartzun, en Burgos, en Cartagena y aquí, ha tenido tres relaciones serias y ha aprendido un montón de pintura con una especie de pintor paisajista hippy del País Vasco. Aparte de su oficio de pintora, ha trabajado como modelo en academias de bellas artes, como pescadora (?), como operadora de telemárketing, como camarera en un restaurante de lujo, como ayudante en un club de buceo, como motomensajera, como telepizzera, como repartidora de periódicos gratuitos y como donante de óvulos. Esto último no sé si es propiamente un trabajo. En ninguno de ellos ha durado más de un mes.)
M.: He ido al pueblo por navidad, que no creas que no es duro, jajajaj.
V.: ...
(Está este blog, claro. Pero últimamente tengo esta pesadilla recurrente en que Violeta se entera de que soy el hombre en la sombra tras Solipsistas del mundo y me planta en el acto con tal mirada de reprobación que los rayos equis de sus ojos me destruyen. Lo último que querría en el mundo es que lea algo de lo escrito aquí cuando yo aún era un solipsista y mi único fantasma era el de mi novia prófuga.
Ahora, supongo que es inevitable cuando uno entra en una relación, e imagínense en mi caso de tarado mental, han aparecido muchos más. Fantasmas, digo. El otro día hablé del primero, esa voz que me decía que Violeta solo estaba aquí para aprovecharse de mi dinero y de mi casa. Ése lo tengo casi controlado, pero están los otros. El que aparece después de acostarnos juntos me dice que, dada su biografía, Violeta debería ser mucho más experta en la cama, controlar juegos eróticos extremos, etcétera; que su aparente inocencia es una impostura que esconde algo, clásicamente que no quiere entregarse del todo a mí y tal. Menudo hijoputa, el fantasma éste. Luego hay otro que me sopla al oído que Violeta (se acabó la cursiva, que me canso, total ya ustedes saben que ése no es su nombre) lleva encadenando relaciones desde hace mucho tiempo y que para ella ésta no es especial, o al menos no tanto como para mí. Otro que dice que, para enamorarse de mí, yo tendría que ser mucho más valiente y tener más experiencia en la vida, como el pintor vasco de quien tanto habla. Y otros más que van apareciendo continuamente aunque aún no los tenga tan identificados. Es jodido tener que luchar con tanto fantasma. Todo el tiempo te susurran frases que tendrías que decir y es difícil que no se te escape ninguna.)
M.: ¿Sacamos a Nina a pasear?
V.: Vale. ¿Y compramos cosas para hacer un cocido?
M.: Vale.
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