25.11.08

LOS PLACERES DE LA ORNITOLOGÍA


Heme aquí con un montón de amor, de sexo, de (moderadamente) dinero y de tiempo, sobre todo de tiempo. Cobijado con mi amiga en un piso lo bastante grande para los dos, para pasar el invierno. Internet, calefacción y el mercado a un paso. Y una perrita tuerta que constituye la mejor excusa para salir a pasear todos los días.

¿Por qué no tengo la sensación de que todo es perfecto para siempre jamás, por qué nadie dice que comimos perdices? Hay (como siempre) fantasmas merodeando, el insaciable anhelo de la especie, llámese como se llame. Los fantasmas que me dicen que Violeta va a desaparecer o que a mí me va a dar otro catacrocker y lo voy a echar todo a perder. La tentación de parchear futuros pinchazos, o aplicar vendas sobre heridas que aún no se han producido. El miedo y la culpa. La obsesión por la construcción de estructuras defensivas (el mal de los constructores, diría Menéndez Salmón), por borrar la parte de Violeta que la ha hecho andariega, por ejemplo.

Pero es por la tarde y mi té humea bajo una luz maravillosa. Mi amiga duerme la siesta con Nina a sus pies. Ningún lugar mejor para ver circular esos fantasmas que aún no pueden entrar. Ningún momento más propicio para entregarse a los placeres de la ornitología.

No hay comentarios: