25.11.08

LA PALABRA MÁGICA DE V.

Hay un apelativo que suelo lanzarle a Violeta pero que no puedo reproducir aquí, porque me prometí no desvelar su nombre real. Digamos que, añadiéndole tres letras por delante a su verdadero nombre, resulta el de una golosina, y hasta ahí puedo leer. Nos quedamos con la idea: mezclo su nombre con el de un dulce para llamarla. Y a ella le encanta. Dice que nunca lo había oído, lo cual es raro, porque el juego de palabras es más bien evidente, pero la creo. Por qué me iba a mentir. En determinadas situaciones, como por ejemplo cuando estamos en la cama y se lo digo al oído, o cuando se lo grito y la agarro simultáneamente, dice que le provoca una sensación más bien gástrica, telúrica, la de ser comestible, la de ser carne. Alucino cuando me lo cuenta, le pido más y más detalles, me encanta. Habla de cómo se siente utilizable, dispuesta, mostrada, adjetivos así. Me pone burrísimo. Trato de imaginarme la sensación y hasta cierto punto lo capto, y es muy raro, pero también muy sexual, muy cochino. Ristras de adjetivos, nada más. Con todo lo que contienen.

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