9.11.11

UNA ESCARAMUZA EXPLORATORIA POR EL PAÍS DE LA VIDA

El sábado pasado me encontré con una chica que conocí vagamente una vez. Al principio no la reconocí: se trataba, como me hizo ver, de una amiga de otra chica con la que tuve un extraño affaire en esta ciudad hace algunos años. Y quién les iba a decir: aquí un servidor, el señor Mastronardi, gurú del solipsismo, gourmet de la misantropía más radical, hipster entre estilitas, azote de sociólogos y santo patrón de la egonáutica más minimalista, vio un culo y se convirtió en ese tío dicharachero que lanza gracietas a las mozas, ese conserje de facultad lúbrico y bienintencionado, ese cajero de la CCM. ¿Tienes prisa?, le pregunté. Y no, la chica no tenía prisa. Fuimos a tomar el aperitivo, el café, el gintónic. En algún momento entre las siete y las nueve de la noche bailé con ella en un antro sin ventanas para divorciados. Hicimos planes para ir también a cenar, pero dije tengo que pasar primero un momento por mi casa y ella contestó te acompaño. Cuando entramos, añadió ¿y la farlopa?. No tengo, pero puedo ir a pillar. Vamos, pues. Subimos a un taxi y en un bar del centro compré cien euros de cocaína. Estuvimos follando con desapego y virtuosismo, cosa que solo puedo agradecer al alcohol y a la farlopa, dado que llevaba más de dos años sin hacerlo, hasta las tres de la mañana, momento en que me dormí/desmayé. Cuando desperté, la mujer todavía estaba allí. Desayunamos en la cama, follamos otra vez, encargamos comida china, volvimos a follar, dormimos la siesta, tomamos café y nos despedimos dándonos los números de teléfono. ¿Me vas a llamar? Claro, mujer, estoy deseando repetir. El primer SMS me entró ayer por la mañana: yuju, latin lover, ¿te acuerdas de mi (sic)?. El siguiente, a primera hora de la tarde: ¿Qué pasa, que no contestas, macho man? No seas tan macho, ¿no? El siguiente, una hora y media más tarde: No me esperaba esto de ti. Y otro más, casi a continuación: ¿Te crees muy macho? Eres un mierda por no contestar, eso eres. Y siguieron:

Cómo he podido equivocarme tanto contigo.


Quién te has creído que eres.


No busques el pollo que sobró, que lo tengo yo, cabrón


Etcétera etcétera. He recibido el último hoy a las catorce horas. He necesitado ocho de silencio para poder sentarme aquí a escribir sobre el suceso. Desde la sesión de sexo finisemanal, mi testosterona ha vuelto a aumentar. Ya no estoy eufórico ni sufro el superávit de endorfinas. Vuelvo a odiar a todo el mundo, empezando por mí mismo. Recupero mi identidad, mi ojo de buey, mi solipsismo. El señor Mastronardi, para servirles.

No hay comentarios: