26.1.12

CALIFICACIÓN

He estado paseando bajo el sol (porque hace mucho sol y nada de invierno en esta asquerosa ciudad) y junto a grupos de estudiantes unos días. Es época de exámenes en la universidad: a las niñas que estudian Derecho se les nota la crispación en sus maquillados y tersos cutis, en los ángulos de sus mechas, etcétera. Fuman en las puertas de las bibliotecas, se ríen, llevan la cuenta de los cigarros que se dan unos a otros. A veces faltan: se están examinando. Imagino un río de preguntas tipo test, o mejor de desarrollo. Miran cada cinco minutos la web universitaria para ver si están ya puestas sus notas y yo vuelvo a imaginar otro río, esta vez de calificaciones. Me sumerjo en ese río que fluye invisible vía WiFi: puedo respirar bajo sus aguas, que por otra parte no son potables.

Luego imagino exámenes que apruebo con nota. Visualizo mis respuestas pero olvido darle al Guardar como. Saco sobresalientes que se van acumulando y que habrán de procurarme un título con el que navegar por un río de títulos. Graduado en solipsismo universal, la llave que abre todas las puertas. Como cada vez disfruto más en la interacción con esta absurda película en 3D, le pido a una joven aspirante a abogada un cigarrillo. Me mira con odio, pero tiene el paquete recién abierto en la mano y me lo da. Me lo fumo con placer frente a ella y me encandila la imagen, tan real, del humo ascendiendo en el aire parado. Entro a la biblioteca y me dirijo al cuarto de baño para vomitar. En el cubículo de al lado hay un chico y una chica. Estaban follando pero los he interrumpido y ahora sueltan risitas mientras yo echo la pota.

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