21.5.12

DEJÉMOSLO EN EBRIO

Me enloquecen esas metáforas románticas en que el poeta se visualiza en forma de barco. Ese bajel pirata que llaman. Ese barco ebrio. Esos navíos que se cruzan en la noche. Y el caso es que soy consciente del peligro que entraña esta visión, y de que no somos islas (otra metáfora), y de la maldita, maldita Ayn Rand etcétera. Pero no puedo evitarlo. Creo que el ser humano está cableado así y no puede dejar de entusiasmarse cuando se ve a sí mismo como una nave que flota sobre el océano. Debe de ser uno de esos universales de la especie. O al menos, un universal solipsista, toma oxímoron. Este barco en concreto flota, pero no avanza. Tampoco está anclado: simplemente, no hay ni viento ni corriente. El agua es cristalina. De vez en cuando se ven enormes mantarrayas avanzando hacia la profundidad. De vez en cuando una bengala es lanzada. Parecen fuegos artificiales. Entonces la baliza traza un arco de color rojo brillante que se funde poco a poco con la oscuridad del ciberespacio de la noche.

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