24.6.12

CAPÍTULO 2


 AMBIGÚ

Todos debemos de tener un motivo más o menos secreto para pertenecer a este grupo que llamamos F*R*I*E*N*D*S, porque el motivo público no parece suficiente. Por hacer una metáfora fácil: la materia observable no es suficiente para explicar la aceleración de las galaxias, lo cual lleva a los científicos a postular la existencia de una materia oscura a la que se podría atribuir hasta el 80% de la masa del universo. Pido perdón por hacer metáforas con asuntos astrocuánticos a estas alturas, pero mi materia oscura son las Miralles. Oh, las Miralles. Tal vez yo sea la materia oscura de Paulo, o el horror vacui la de Olgaga. La de ellas no es de este mundo.
Tampoco ellas, Almudena y Patricia, que viven juntas en un apartamento con una sola habitación y dos camas estrechas y contiguas. Que trabajan los fines de semana en una pollería ecológica donde los pollos valen doce euros y pesan setecientos gramos, y se asan dos metros detrás de ellas en una pira de leña de almendro, sin que esto las haga sudar en ningún momento. Que usan cintas para el pelo iguales, pero de distinto color. Que son atravesadas sin inmutarse por las conversaciones sobre sexo como (je, je) la radiación de fondo del universo atraviesa exoplanetas sin vida. Que rehúyen el contacto físico con discreción y eficacia, como quien padece una alergia que no sería educado confesar. Que se hacen fotos en prados, en playas, en lagos, con la misma sonrisa y la misma ausencia absoluta de explicaciones. Las rubias, las pálidas, las transparentes gemelas Miralles. Cocinan y fotografían sus platos y los cuelgan en Facebook. Estudian arquitectura medieval y alimentación macrobiótica, música amerindia, psicoanálisis y Jung. Luego se hacen un batido de pepino, yogur, frutas del bosque y alhábega. Y yo le doy al me gusta. A veces añado: Oh diosas blancas, metedme esa pajita por la oreja, bebedme a mí también. Pero ya sé que no van a contestar. Exactamente seis horas después, cuando vuelven a conectarse, les gusta mi comentario, y a continuación la Antártida. Pero no me entendáis mal. Para mí la Antártida no es un topónimo tan negativo. Tiene su cosa, también, la Antártida. Porque me recuerda a las Miralles.

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