1.2.06

ADAM ZAGAJEWSKI Y YO

Tuve un sueño muy extraño hace poco. Estábamos Adri y yo en un lugar en el campo, celebrando mi cumpleaños o algo así. En cualquier caso yo sabía que era mi cumpleaños. Mi regalo era una visita a una casa como en ruinas que de repente se convertía en un laberinto, y el laberinto se iba espesando cada vez más, oscureciéndose, hasta que aquello ya se iba trocando en pesadilla. Pero de repente llegábamos a la salida, estábamos en la calle, nos esperaban en un coche y Adri me decía que se me había olvidado la chaqueta. La taquillera o recepcionista de la casa en ruinas me decía que sí, que en efecto habían recogido mi chaqueta, pero que la habían depositado ahí enfrente. Al otro lado de la calle había un cementerio y una especie de panteón familiar, abierto. Dentro había alguien a quien yo preguntaba y que me daba un grueso cuaderno negro, tan grueso que más bien parecía un álbum de fotos. Ése era mi regalo sorpresa. En la portada, en letras plateadas, decía Adam Zagajewski, y yo juro ante quien quieran que ese nombre jamás de los jamases había significado nada para mí.

Por supuesto, Dios Google mediante, al día siguiente me enteré de quién era el tipo. Aunque la explicación psicoanalítica es que yo ya había oído ese nombre en alguna ocasión y que mi subconsciente (que no olvida nada) lo colocó en el sueño, es inquietante que un sueño te señale de esa forma a gente o cosas del mundo de la vigilia. Nunca encuentro tiempo para comprarme sus libros, pero por la güé hay una reseña o dos, y este poema:


IBA POR UNA CIUDAD MEDIEVAL

Iba por una ciudad medieval,
por la tarde o al alba,
era muy joven o bastante viejo.
No llevaba ningún reloj
ni calendario, sólo la terca sangre
que medía una eterna lejanía.
Podía volver a empezar
esta propia o impropia vida,
todo parecía sencillo,
las ventanas no cerraban del todo,
los destinos ajenos, entreabiertos.
En primavera o al comienzo del verano,
muros calientes,
un viento suave como la piel de una naranja,
era muy joven o bastante viejo,
podía escoger, podía vivir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Prueba con "la belleza ajena". A lo mejor resulta que ese laberinto era el centro de Kracovia.