BONNE PENSÉE DE MATIN
Dios, cómo me hierve la sangre con el amigo Tertsch. No acabo de comprender por qué me arrojo a leer sus panfletos. Voy a acabar como esa gente que necesita oír a Losantos para empezar con buen pie el día: una especie de café moral, un poco indigesto pero que te despierta bien despertao.
Dice el buen hombre que Bush mola y que la paleoizquierda europea es la culpable de la muerte del soldado en Afganistán. ¿Por qué? Por oponerse a las políticas norteamericanas. Como siempre: o estás con nosotros o estás con ellos. No te veo las barras y estrellas tatuadas en la frente, debe de ser por tanto que llevas un chaleco de dinamita debajo de la camisa. No hay más opciones. Las terceras vías son en realidad extensiones políticas del terrorismo fundamentalista. Y así nos va.
Que yo sepa, Tertsch no es ninguna víctima del integrismo islámico, pero se comporta como si lo fuera. Uno de los peores síntomas que sufre una víctima es la polarización, la caricaturización, la radicalidad forzosa. El solo hecho de tener un enemigo ya implica que ese enemigo nos daña, porque nos obliga a distanciarnos, a salir corriendo hacia el lado opuesto de la habitación, a deshacer toda ambigüedad que pudiera acercarnos a él, y nos altera. En medio queda un espacio baldío, una tierra de nadie, el lugar perfecto para plantar una frontera (si es un muro de hormigón mejor) y lanzar proyectiles por encima.
No se haga usted enemigos, buen hombre. Póngase del lado de las víctimas, pero no se convierta artificialmente en una. Ni siquiera ellas se lo piden. Y en cuanto a la paleoizquierda europea, pues ya se irán muriendo de viejos, oiga. Carrillo también.
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