6.5.08

iZEN


Ha sido la de hoy una mañana bien rara. Me he despertado a las 5:05 y me he sentado en la cocina a oscuras, con el café enfriándoseme en las manos, catatónico y tal. Esperando la claridad en la ventana que da al patio de vecinos.

A las 06:15 ha sonado la primera alarma. Un ruido horrible que venía de bastante abajo, creo que del primero, una secuencia de cuatro pips histéricos repitiéndose durante casi diez minutos.

A las 06:34, la segunda, que más que una alarma era la radio, la puta Cope para más señas. Este vecino ha sido menos remolón y la ha apagado enseguida, menos mal.

A las 07:01 y a las 07:04, dos más, del tipo pitido horrible del móvil, que además se han superpuesto durante casi cinco minutos.

Y a las 07:40, la última, de aparentemente un despertador de los de toda la vida, esos cacharros obsoletos en trance de museificación. Se puede distinguir el ruido de un despertador del de un móvil siempre que la pila del primero esté baja de carga, porque en ese caso los pitidos salen como distorsionados. Las melodías, además, suelen ser más inocentes.

A continuación, silencio. Una de las marcas de estilo de la música experimental del siglo XX consiste en el uso del silencio, de manera que a veces no se puede saber cuándo acaba tal pavana o tal concierto sino porque el pianista cierra la tapa del teclado. En este caso no estoy seguro de si la pavana de las alarmas ha terminado cuando la perra se ha puesto a llorar (para que la sacara de paseo), o si ha sido cuando se me ha volcado el café en los pies descalzos.

Ya dije ayer que odio la poesía y que suelo tener un campo de fuerza que me protege de ella: llamemos a este escudo ruido de fondo. De vez en cuando el escudo se apaga y me alcanzan los rayos, como toda esta mañana mientras estaba en silencio y muy quieto mientras mis vecinos se iban poniendo en marcha. A esta forma de vulnerabilidad total la llaman zen los zenutrios. Tengan ustedes del zen (y de los zenutrios) mucho miedo, buenas tardes.

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