8.10.08

ADVERSUS UNIFORMES

Estos dos últimos días han sido realmente asquerosos. El lunes hubo disensiones, morros y palabras más altas que otras. El martes, silencio y pelea, más silencio y un montón de cervezas (pongamos doce, ya no sabría decir). Esta mañana tenía la cabeza como un campo de concentración, entre la migraña, el mareo y la sensación de culpa. Violeta no me ha dicho nada al verme aparecer, pero sí se ha reído un poco de mí y de mi pinta de beatnik. Buena señal. Me he duchado, me he tomado dos aspirinas y he salido a la calle. En el bar me he metido dos tostadas enteras de tomate y aceite y un cazo de café con leche. Era muy agradable ver recomponerse las cosas rotas, poco a poco, sin más medicina que los minutos de una mañana de sol. He estado paseando. Es fácil olvidar la manera en que se curan los estados carenciales, en que se borran las palabras dichas y el dolor desaparece, pero ese sencillo proceso debería estar en la raíz de todas las descripciones del mundo que nos propongamos. No lo está. Uno cuenta con el dolor para siempre y con una curva descendente infinita, y luego la realidad viene a estropearle la noticia. Ahí están nuestras ideas de uniforme, emitiendo órdenes que luego nuestras palabras, nuestras humildes palabras, casi nunca cumplen. Está bien que sea así. Esta tarde he formulado muchas palabras de amor mientras mis ideas dormían la siesta. No me he preocupado de ir a despertarlas y ahí siguen. Hace mucho frío pero todo es perfecto.

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