23.10.08

APOLOGÍA DE LA VIGILIA (CON VIOLETA EN ELLA)

Acabo de soñar con Violeta. Creo que es la primera vez que pasa. Estábamos en una playa los dos solos, seguramente porque hacía mal tiempo. Llevábamos ropa de abrigo. Yo quería decirle algo, pero por algún motivo no podía. Ella escarbaba en la arena en busca de piedras. Yo la perseguía y ella perseguía piedras enterradas, y así todo el rato. De repente desaparecía de mi vista y aparecía otra vez, cien metros más lejos, agachada y excavando.

En Rayuela, Traveler y su novia repiten un rito relacionado con los sueños. Cuando se despiertan se los cuentan para ver si los han compartido, cosa que nunca les ocurre. Es una actividad más bien sesentaiochista, esa gente siempre tratando de destruir los límites entre las cosas, en este caso entre la vigilia y el sueño. Pero no me parece mal, porque el juego los obligaba a ver esas películas oníricas con más atención. En esa actitud, la de observar atentamente los sueños a la espera de que ocurra algo, una señal o una revelación, hay un elemento más profundo, un universal humano: la espera, la descodificación. Como cuando decía Kafka que No es necesario que salgas de tu casa. Quédate junto a la mesa y escucha. Ni siquiera escuches, espera solamente. Ni siquiera esperes, quédate solo y en silencio. El mundo llegará hasta ti para hacerse desenmascarar, no puede dejar de hacerlo, se prosternará estático a tus pies.

Violeta está a punto de despertarse y no habrá soñado con ninguna playa, ni por supuesto conmigo en ella. Tampoco nos vamos a poner a descifrar nada. Nos sonreiremos, y seguiremos escribiendo mensajes desde este lado, el de la vigilia, el mundo conocido. Donde nadie cava en la arena en busca de piedras. Donde es posible hablar, y recibir una respuesta.

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