OÍDO COCINA
Octubre. Mucho frío, mucho sol. Paseo por la calle, con Violeta. No analizo concienzudamente a todos los peatones con los que me cruzo, ni siquiera a las chicas. Hablamos de (la) nada. Llego cansado a casa. Abro un bote de medio litro de cerveza Steinburg y me siento al ordenador, con la persiana abierta hasta arriba. Todo está lleno de luz y escucho sonidos desde la cocina: Violeta está preparando algo llamado purrusalda y Nina llora en voz baja para que le tiren aperitivos. Suena un disco de Django. No quiten ni añadan nada: ésta es la receta de la absoluta felicidad, y con hambre está más rica todavía.
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