19.1.09

MASTRONARDI MULTICOLOR

El cuadro ya está casi terminado y jo, cómo me gustaría subirlo al blog. Bueno, subirlo al blog, pegar copias por las paredes, colgarlo de la ventana y contratar autobuses para que lo exhibieran por ahí. Sí, claro que salgo guapo. Mucho más: salgo simpático, valiente, confiado y listo. Tengo manchas de colores chillones en el pelo, en los ojos, en los labios y en las manos, como electricidad. El ordenata (con una pegatina que no existe en realidad y que dice This machine kills fascists) también está lleno de manchas. Es una especie de icono (pero icono del verbo retrato de santos, no de Mi PC) antiposmoderno, como la visión del tipo que va a cambiar el mundo, solo que antes de que lo cambie, pero a los ojos de alguien que sabe que lo va a cambiar. Un superhéroe literario antisolipsista. Un tío de puta madre.

No sabía que pintar al óleo era un follón tan tremendo ni que la pintura echaba tanta peste. Violeta solo usa la técnica en contadas ocasiones, como ésta en que quería darle un extra de respetabilidad icónica al cuadro (signifique eso lo que signifique). Hemos habilitado la habitación de los trastos para todo el instrumental. Mola que de repente mi casa sea una especie de atelier.

Cada vez que miro el lienzo pienso automáticamente en una cosa, para siempre: en que la idea del mismo le llegó a mi niña después de pasar un mes con un tipo en unas condiciones lamentables, después de descubrir que su pareja tenía feos y evidentes problemas mentales, que podía ser agresivo o depresivo contra ella, oler mal, vomitar en la cama, llorar sin motivo, joderlo todo sistemática e indiscriminadamente, llamarle nombres. La pregunta es cómo es posible tal cosa, recibir eso y devolver esto otro. La respuesta es cursi, muy cursi, incluso para mí. Hay un poema de Juan Antonio González Iglesias que se llama Nuestras imperfecciones nos hacen merecedores de amor. No acabo de creérmelo. Pero tengo a V. y tengo el cuadro para repetírmelo de vez en cuando.

También V. es imperfecta. La perfección o la imperfección no tienen tanta importancia en todo esto. Y precisamente eso, esa falta de importancia, es lo insólito, lo nuevo.

En el relato que estoy escribiendo ahora con toda calma hay una chica que se dedica al márketing de videojuegos. Es un buen trabajo, pero ha llegado a él por azar, sin elegirlo. No le gusta ni se ve en él dentro de cinco años. Viaja mucho, visita ferias sectoriales, presenta un proyecto de tipo MMORG. En un hotel lee una entrevista con Scarlett Johansson, que opina sólo se puede ser feliz si se sabe quién es uno. A partir de ahí empieza a pensar y llega a la conclusión contraria.

Es mi regalo para V. Ya lo colgaré por aquí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mí me molaría verlo ... :)