24.1.11

HIGHER THAN THE SUN


En algunas novelas de Ballard, en concreto en El mundo sumergido, y en un relato de Mitos del futuro próximo, el sol es el eje de una extraña religión subconsciente que ejerce su poder sobre la humanidad convirtiendo a los individuos en peleles afásicos y suicidas. Personajes que entonan letanías de despedida mientras se entregan a su Llamada. Obviamente también en El imperio del sol brilla esa estrella pánica transformando lo humano y lo cultural en un turbio conjunto de ritos de adoración y autodestrucción. Esa imagen del sol como catalizador del caos y la locura debió de formarse en su adolescencia en el sudeste asiático, pues está tanto en su primera novela como en la autobiográfica.


Un psiquiatra más o menos joven me reconoció que sí, que mi aspecto no hacía pensar en una enfermedad mental concreta y sobrevenida, pero sí en esa zona fronteriza en que surgen las tormentas. Me lo dijo medio de broma pero yo me lo tomé en serio. Tan en serio que desde aquel momento me corto las uñas todas las semanas, me corto el pelo todos los meses y me compro toda la ropa en Springfield. Y digo más: plancho esa ropa antes de ponérmela. Si una noche no puedo dormir despliego mi tabla de planchar junto a la ventana a, digamos, las cuatro de la mañana y repaso mis camisas. De vez en cuando miro hacia la calle, pero no veo nada. La Salud Mental me ha poseído y me controla: tardo entre diez y quince minutos en conseguir que los cuellos y los puños me queden bien. Pienso en el sol de Ballard y en el Zahir de Borges y me digo jo, qué suerte, cabrones. Hasta para volverse loco siempre hubo clases.

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