23.1.11

TARDANZA

Llevo treinta años lamentándome por no haber leído lo suficiente. Y leyendo, claro. Y contrarrestando mi complejo de lector insuficiente con dosis inteligentes de esperanza: ya leeré eso, ya. Pero llega un momento en que la autopromesa va sonando hueca, y más bien parece un autoengaño, y hay que darse cuenta también de que es posible que muchos libros maravillosos se queden finalmente sin leer, y hay que equilibrar esa esperanza en la lectura con el sentido común y la conciencia de la pérdida. Y qué me decís de las personas que no leímos en su momento y ya no están por aquí, qué lista más larga aunque uno solo tenga treinta y pocos. Y por delante no se ve nada. Fíjate en todas esas chicas convirtiéndose en fantasmas, sus perfiles difusos, como tú.

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