4.6.11

EMERSIÓN/INMERSIÓN

Vale, me voy a poner nocillero. El asunto lo merece. Hace algunos años, el amigo Jean Baudrillard dijo en su "El éxtasis de la comunicación" que el acto de la observación requiere que el objeto observado se cubra y se descubra, que desaparezca a cada instante, pues la mirada implica cierto tipo de oscilación. Más adelante decía que esencialmente todos los objetos son ilegibles, y que reaccionaban a cualquier intento de interpretación "sumergiéndose de nuevo en el misterio". Ahora resulta que no sé qué científicos de la Universidad Tecnológica de Chalmers han conseguido producir luz con unos espejos móviles. Repito: producir luz de la nada, solo con un espejo en movimiento ultrarrápido. Según la teoría cuántica, el espacio vacío no existe: bulle en realidad de partículas virtuales a punto de ingresar en lo real. Hay un experimento con espejos (ja, ja) muy interesante: si los aproximas lo suficiente, el número de fotones entre ambos deja de ser virtualmente infinito para ir reduciéndose por problemas de espacio. Crece mientras tanto el número de fotones virtuales que queda fuera de los espejos, y éstos crean una fuerza, llamada de Casimiro, que presiona los espejos entre sí, en magnitudes medibles. Yo no soy científico para nada, pero la idea de los fotones yendo y volviendo entre el mundo real y el hipotético, superpuesta al poema de Baudrillard sobre los objetos sumergiéndose como cachalotes en las fosas sin luz de los océanos, me ha emocionado, me ha enriquecido, me ha puesto los pelos de punta, me ha volado la cabeza.

Me he gastado tres y medio de mis diecisiete euros en un kebab de ternera. Cada vez me siento más como un personaje de Auster(o). Buen fin de semana, amigos.

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