20.10.11

VOX POPULI

Obviamente nosotros, los solipsistas del mundo, tenemos acceso al discurso interior de todos esos decorados mal programados que el lenguaje llama personas. Y casi nunca lo hago, por pereza o por aburrimiento o por qué coño sí, pero a veces entro en las cabezas de esos personajes de videojuego que me topo por la calle. Por ejemplo alguien muy feo, muy gordo, muy patético, muy grisáceo. Y entonces resulta que su paisaje interior es increíblemente dichoso. Donde uno esperaba un muestrario de traumas freudianos se encuentra felicidad, agradecimiento, amor y risas. Y también al revés: ahí tienes a la rubia bella y sonriente entregada a su autoficción recurrente en la que se va haciendo cortes paralelos en el antebrazo, con un cutter. Una exploración más atenta del personaje revela blancas cicatrices en el envés del brazo, oh. Y es hermoso que así sea. Que se quiebre ese lenguaje de imágenes en el lugar adonde no hay imágenes, solo voz. A esta voz la llamamos dios. Seguramente nos confundimos.

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