UN AÑO CHECO, 1X05
DÍGITO
La
fecha que los historiadores fijarán como el inicio de esta bonita
relación que llamamos F*R*I*E*N*D*S es la del quince de mayo de
2011. Fue la primera vez que coincidimos los seis, en una
manifestación. Yo había quedado con Jesús por un lado, y Olgagá
con las Miralles, por otro. Nos vimos al principio de la marcha y
simplemente seguimos caminando juntos y charlando. Nada más cruzar
el puente, Paulo se nos unió. Llegó huyendo de una pandilla en la
que figuraba un ex-amante, y pronunció una frase muy comentada desde
entonces: Hombre, pero si son mis compis de Turismo.
Compañeros, acabo de enamorarme de todos vosotros.
Olgagá
venía hablando con Jesús de parafilias en ese momento, y Paulo se
internó con naturalidad en esa conversación. Tenía mucho que
aportar. Empezó hablando de osos. Después nos descubrió la
existencia de cebadores,
es decir, gente que ceba a su pareja para que parezca más y más un
oso. Luego hablamos de la mejor dieta de engorde posible, una que
ensanche pero que no deje demasiado fofo, etcétera. Paulo les
lanzaba preguntas a las Miralles y nosotros lo mirábamos con cara de
ahora vienes tú, cuando nosotros ya lo hemos intentado
todo. Las Miralles sonreían con
unos dientes tan blancos como un ramo de jacintos. Se reían y eran
las trompetas de dios las que se reían. Paulo preguntaba os
gusta la carne peluda y era como
si se lo estuviera preguntando a Guillermo de Occam, o a un saco de
boxeo, que para el caso es lo mismo. Parecía que iba a llover, pero
no. Hacía una noche muy hermosa.
Jesús
insiste en que sí, en que ya aquella primera noche alguien dijo algo
de montar un proyecto entre todos, pero a mí me parece que no, que
con las parafilias y las risas y lo contentos que estábamos de andar
juntos no hubo tiempo para nada tan prosaico como eso. Al dispersarse
la manifestación nos fuimos de cañas. Hacía casi un año que
habíamos terminado Turismo pero ninguno de nosotros trabajaba en
nada relacionado con eso, ni siquiera -todavía- Paulo. Tuvimos que
hacer bote para poder sentarnos en la terraza más barata de la
ciudad, y tuvimos suerte de encontrar mesa porque la mayoría de los
manifestantes competían con nosotros. En especial tuve suerte yo,
que me senté entre las Miralles.
También
empezó ahí mi enamoramiento
hacia las gemelas. Es decir, que empecé a llamar enamoramiento
a esa fascinación
esclerotizante, a ese no poder hablar con normalidad, no coger el
móvil, no ir a ninguna parte si ellas estaban aún presentes, a esa
sed óptica con que trataba de bebérmelas.
Cuando
se publique nuestra hagiografía, un superventas del mismo género
literario que los del mangurrián que dirigía Apple , todas estas
estupideces que ahora no importan una mierda serán relevantes por la
gracia de Jobs. Todos estudiarán las dinámicas internas de los
míticos F*R*I*E*N*D*S, creadores del Proyecto que revolucionó el
Turismo Internacional, y aprenderán.
O al menos eso nos gusta imaginar en nuestras largas conversaciones
digitales. Digital, de digitum,
dedo. Con el que tocamos esta fantasía. Y también entre nosotros,
de madrugada.
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