9.7.12

UN AÑO CHECO, 1X05


 DÍGITO


La fecha que los historiadores fijarán como el inicio de esta bonita relación que llamamos F*R*I*E*N*D*S es la del quince de mayo de 2011. Fue la primera vez que coincidimos los seis, en una manifestación. Yo había quedado con Jesús por un lado, y Olgagá con las Miralles, por otro. Nos vimos al principio de la marcha y simplemente seguimos caminando juntos y charlando. Nada más cruzar el puente, Paulo se nos unió. Llegó huyendo de una pandilla en la que figuraba un ex-amante, y pronunció una frase muy comentada desde entonces: Hombre, pero si son mis compis de Turismo. Compañeros, acabo de enamorarme de todos vosotros.

Olgagá venía hablando con Jesús de parafilias en ese momento, y Paulo se internó con naturalidad en esa conversación. Tenía mucho que aportar. Empezó hablando de osos. Después nos descubrió la existencia de cebadores, es decir, gente que ceba a su pareja para que parezca más y más un oso. Luego hablamos de la mejor dieta de engorde posible, una que ensanche pero que no deje demasiado fofo, etcétera. Paulo les lanzaba preguntas a las Miralles y nosotros lo mirábamos con cara de ahora vienes tú, cuando nosotros ya lo hemos intentado todo. Las Miralles sonreían con unos dientes tan blancos como un ramo de jacintos. Se reían y eran las trompetas de dios las que se reían. Paulo preguntaba os gusta la carne peluda y era como si se lo estuviera preguntando a Guillermo de Occam, o a un saco de boxeo, que para el caso es lo mismo. Parecía que iba a llover, pero no. Hacía una noche muy hermosa.

Jesús insiste en que sí, en que ya aquella primera noche alguien dijo algo de montar un proyecto entre todos, pero a mí me parece que no, que con las parafilias y las risas y lo contentos que estábamos de andar juntos no hubo tiempo para nada tan prosaico como eso. Al dispersarse la manifestación nos fuimos de cañas. Hacía casi un año que habíamos terminado Turismo pero ninguno de nosotros trabajaba en nada relacionado con eso, ni siquiera -todavía- Paulo. Tuvimos que hacer bote para poder sentarnos en la terraza más barata de la ciudad, y tuvimos suerte de encontrar mesa porque la mayoría de los manifestantes competían con nosotros. En especial tuve suerte yo, que me senté entre las Miralles.

También empezó ahí mi enamoramiento hacia las gemelas. Es decir, que empecé a llamar enamoramiento a esa fascinación esclerotizante, a ese no poder hablar con normalidad, no coger el móvil, no ir a ninguna parte si ellas estaban aún presentes, a esa sed óptica con que trataba de bebérmelas.

Cuando se publique nuestra hagiografía, un superventas del mismo género literario que los del mangurrián que dirigía Apple , todas estas estupideces que ahora no importan una mierda serán relevantes por la gracia de Jobs. Todos estudiarán las dinámicas internas de los míticos F*R*I*E*N*D*S, creadores del Proyecto que revolucionó el Turismo Internacional, y aprenderán. O al menos eso nos gusta imaginar en nuestras largas conversaciones digitales. Digital, de digitum, dedo. Con el que tocamos esta fantasía. Y también entre nosotros, de madrugada.

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