UN AÑO CHECO, 1X07
NOMENCLATURA
Un
día se levanta Paulo con el pie punki, todo testosterona, y nos
sacude de tortas de una red social a otra: pero esto de
F*R*I*E*N*D*S qué coño es. Esto no se puede ni deconstruir. ¿Estáis
intentando ser irónicos? ¿Nostálgico-irónicos? Por dios. Solo os
falta aparecer un día con la camiseta metida por dentro. Jesús
intenta un patético contraataque: A ti te jode la serie porque
los seis son hetero y se gana esta colleja: sí, bueno,
tampoco sale ninguna ameba pajera y me consta que tú te has visto
todos los episodios de seis a doce veces, con la mano metida dentro
de los gallumbos. Es “gayumbos”. No, es “gallumbos”.
No, es “gayumbos”, con 227.000 resultados en Google frente a
177.000 de “gallumbos”. ¿Es que te jode escribir “gay”?
¿Perdona, Jesús? ¿Estás intentando meterte conmigo utilizando mi
orientación sexual? Si sí, responde. Responde algo, si tienes
cojones, paramecio de mierda. Jesús, obviamente, nada respondió.
Y nosotros no volvimos a utilizar lo de F*R*I*E*N*D*S nunca más. Y
a mí me fastidió, porque estaba medio planeando una reunión
temática en mi casa cualquier fin de semana en que mi madre no
estuviera, e íbamos a disfrazarnos, y obviamente a mí me iba a
tocar hacer de Ross, y a las Miralles de Phoebe y de Rachel, y ya
tenía pensadas un par de bromas en las que yo ponía la voz del pibe
y trataba de abrazar a Rachel, que seguramente se iba a reír un
montón y a dejarse abrazar y empujar hasta el sofá. Todo sea dicho,
tenía hasta la gomina comprada.
XXX
Un
día sí que quedamos los seis en el MundoReal™,
y nos plantamos en un inmenso centro comercial de nuestra ciudad
llamado Nueva Condomina. Alguien lo dice de broma en Facebook la
noche antes, pero por supuesto lo hacemos, nos presentamos con bolsas
de basura llenas de bollos de papel de periódico. No nos quitamos
las gafas de sol. Llevamos ropa spam,
es decir, con el nombre de la marca lo más grande y llamativo
posible. Gana Jesús, con una camiseta de tirantes del mercadillo,
negra y con un inmenso EMPORIO ARMANI de color dorado. Nos hacemos
fotos Tuenti todo el rato. Un guardia de seguridad nos sigue desde
que entramos, pero es lunes por la mañana y algún supervisor decide
que quiere ver por las cámaras qué hacemos, antes de dar la orden
de echarnos. Decidimos jugar a ese juego. Entramos a Primark y nos
probamos ropa andrajosa encima de nuestra propia ropa andrajosa,
tratando de parecer sospechosos. ¿Qué llevamos, en
realidad,
en nuestras bolsas de basura? Nadie lo sabe. Aparece una encargada
con fuerte acento anglosajón y nos ordena que abandonemos la tienda.
Las Miralles le sonríen, se ponen una a cada lado y Olgagá les echa
una foto Tuenti.
La
mujer, cuyo rostro probablemente ilustra la entrada bitch
\ˈbich\
en
el Merriam-Webster,
llama a seguridad con un walkie talkie muy cutre, muy Primark. Nos
vemos en la calle, pero no es una calle en realidad, sino un inmenso
pasillo cubierto plagado de tiendas. Tal vez ahora va a venir un
segundo segurata a ponernos en la calle de
verdad
(pero tampoco es una calle de verdad, es un parking). Pero no viene.
Alguien ha decidido espiarnos. Alguien que se aburre.
Entonces
yo hago algo. Entro en una tienda de deportes y me compro una gorra
Adidas blanca, con la insignia en negro. Salgo con ella puesta y me
reúno con mis F*R*I, este, con mis amigos. Me estaban medio
buscando, y de repente me planto ante ellos. Me miran. No me dicen
nada. No se ríen, como yo creía que iba a ocurrir. Bueno, en
realidad no lo creía. Empiezo a explicarme: que si la presión de
estar siendo observado me ha empujado, que si que me ha parecido que
me faltaban logos, que si por hacer el chiste. Me callo y los miro a
ellos, de vuelta. ¿Qué acaba de pasar? Y ahí está nuestro salto
al universal, el final trascendente a nuestra intrascendente
performance.
La duda.
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