UN AÑO CHECO, 1X09
PERO ES QUE NUNCA TUVE UNA ENFERMEDAD MÁS DULCE
Tratamos
de elaborar una lista de Spotify. Una lista no para una situación
concreta, como una fiesta o un brunch
o una reunión de fumetas, sino todo lo contrario: una lista
deliberadamente inoportuna, que mezcle a Enya con los Dead Kennedys,
a Pavement con Camarón, etcétera. Llevamos ya más de cien temas, y
en uno de mis turnos, elijo uno de Los Planetas, de Super
8, llamado como mi amigo
überfriqui, Jesús.
Pretendía hacer un chiste malo con la letra de la canción y la
personalidad, extrema y mesiánica, de Jesús. Y, además, adoro esa
canción, como todas las de ese grupo, que tal vez es el único del
que puedo decir: soy fan. Todos mis amigos me saltan al cuello con
los caninos afilados, y sufro. Mientras pierdo el conocimiento debido
a la hemorragia, tengo un último pensamiento: si hubiese
puesto una de Andrés Calamardo no sería peor,
o algo así. Olgagá y las Miralles me acusan de machista, Paulo de
viejo llorón y Jesús de hipster (¿?). Todos odian a J con una
pasión insólita, y por extensión a los seguidores de su grupo. De
repente soy un viejo misógino que vive de glorias pasadas y se cree
dios. De repente soy drogadicto, feo, un peter pan patético con un
ego del tamaño de Arkansas que no tiene ni puta idea de flamenco ni
de música ni de nada en absoluto. Olgagá coincidió conmigo en una
fiesta de nochevieja en Cabo de Gata y no me saludó ni se acercó a
mí, por cabrón que soy y lo subidito que me lo tengo (sic). Me
siento como uno de esos católicos que conocen a una pandilla y
adoran a todo el mundo y son aceptados en el grupo y ya se han
enamorado de alguien y mantenido profundas conversaciones con muchos
otros y hecho excursiones y llorado con alguien más y llega el
momento de reconocer que son lo que son y sufren una reprobación
inmediata y total, una reprobación de mártir, si se me permite el
chiste fácil. En un momento dado, paso del asunto y me meto en
Menéame. Sí: en Menéame. Ahí os quedáis.
Al
día siguiente aparece Jesús y me saca el tema: que si estaba
enfadado, que no me lo tomase tan a pecho, que él pasaba por eso
todos los días (¿dónde? ¿con qué gente? ¿en qué página?), que
en el fondo agradecía la dedicatoria, pero que no se atrevió a
interceder por mí para no ser enviado a Siberia contigo
XD, etcétera. Que lamentaba
haberme llamado hipster
pero que tuviese en cuenta que él no tenía ni idea de qué
significaba tal cosa, en realidad. Que estaba a punto de perder su
trabajo porque su jefe lo había pillado trasteando en los
ordenadores de los clientes más allá de lo estrictamente necesario
para repararlos. Que llevaba seis años sin follar y tal y cual. Y
que qué podía esperar de él, si seguía escuchando Héroes del
Silencio. Nadie como Jesús para ganarse simpatías a base de
autohumillación. Un genio. Seguro que al final conserva el trabajo,
con esos trucos. Hablamos. Le digo que creo en muy pocas cosas: en el
verano, en la entropía y en Los Planetas. Le digo que me enganché a
los 20, que los vi en directo con May Oliver, que era la bajista y
tocaba de espaldas al público. Le cuento que para toda mi
generación, que es la de los nacidos en los 70, las canciones de los
Planetas son una de las columnas de nuestra educación sentimental, o
al menos la de los machos no-alfa que empiezan a enamorarse, tener
relaciones sexuales y comer calabazas en los años 90. Que era ésa
una época en que las estructuras de género era especialmente
movedizas, y que las chicas, que tampoco sabían a qué atenerse,
oscilaban entre las buscadoras del novio-para-toda-la-vida y las
hedonistas sexuales de la década de las raves. Que la violencia de
género acababa de ser declarada injustificable, por suerte para
todos, y que la música popular encajaba el cambio a diferentes
velocidades. Que las sensaciones de frustración, de desorientación,
de represión sexual y de debilidad de género son la materia con que
están hechos los primeros discos de L.P., y que muchos reconocimos
en ellos una forma de estar-en-el-mundo que no pasaba de puntillas
por la rabia y la angustia, sino que las ilustraba (Ciencia
ficción, Una nueva prensa musical, Vas a verme por la tele),
aportando además un ideal emocional (Jose y yo, Pegado a
ti, La cara de Niki Lauda), una
utopía alcanzable o casi. En comparación con la música justo
anterior, con el punk o el heavy metal o el grunge, ese imaginario
indie que ellos modelaron equivale a la desaparición repentina de
todos los clichés sentimentales y de género. Luego le pregunto que
a santo de qué odiar a una ex es un rasgo machista. Y entonces
el cabrón, cabrón de Jesús me responde hombre, pues cuando uno
dice (cito de memoria): “Puede que no esté mal que alguien te
rompa las piernas / o puede que uno de estos días aparezcas muerta”,
entonces es un rasgo machista ;).
XXX
De entre las muchas
manías insoportables de Jesús, destaca la de acercarse
sigilosamente cuando estás sentado en un bar, en ocasiones por tu
espalda, agacharse, cogerte la mano por sorpresa y olerte con fuerza
las puntas de los dedos. A él le hace mucha gracia la reacción que
esto suele provocar, y dice que eso demuestra que en nuestra vida
diaria nuestras manos están en contacto privado con todo tipo de
sustancias inconfesables. Paradójicamente, a las hermanas Miralles
esta “broma” no les molesta lo más mínimo: la celebran haciendo
leves palmas y emitiendo grititos de pequeño mamífero de peluche,
todo lo cual me demuestra que ellas solo tocan nubes, algodón
aromatizado, polvos de talco y agua de rosas. En efecto, no cruzan
los brazos. Sentadas, mantienen las manos en el regazo, con una
suavidad de insecto. Suelen utilizar pajitas para beber unos
granizados bajos en limón, poco fríos, algo transparentes. Ay,
dios. Estoy bien jodido. Irme a enamorar a estas alturas de unos
seres de otra especie. A ver cómo coño le explico esto yo ahora a
mi madre. A ver cómo me ayudan mis discos. A ver qué poeta ha
tocado el tema, a lo largo de la historia de la literatura universal.
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