16.9.12

UN AÑO CHECO, 2X06

!!!


Las hermanas Miralles, todas dulzura y Cthulhu, por decirlo de alguna manera, se infiltran en un foro de goticismo postadolescente para promocionar los Kafka Weekends. Se hacen llamar Oriana y Erszebet. Se hacen fotos de perfil con los labios pintados de negro y de púrpura. La comunidad goth enloquece sin paliativos.

Jesús, además de trabajar en la web del proyecto, deja caer en los templos del friquismo informático rumores sobre unos misteriosos viajes en los que uno puede conocer chicas y charlar con ellas y tal.

Yo me encargo del márketing en las redes literarias, sin el menor éxito. Paulo trata de embaucar a la comunidad gay, y Olgaga promueve reseñas de los Weekends en suplementos y revistas de viajes.

Todo esto lo hacemos a ratos, con la fé repartida entre nuestro futuro y la posibilidad de que !!! confirme para el próximo SOS 4.8. Bueno, cada cual reparte su fé y su energía entre cosas diferentes. El lector de español, visiblemente porque no tiene gran cosa en que repartir, se muestra más activo que nadie y pide todo el rato instrucciones. Nos cansa, pero no podemos confesarnos eso entre nosotros, porque equivaldría a reconocernos descorazonados (un atributo sumamente oximorónico en el Club de la Tenia).  Nos limitamos a darle largas de forma individual, lo que a él le hace ir rebotando de uno a otro en plan bola de pinball. No nos da ni pena. Pero es verdad que el tipo lo tiene todo organizado, y con avisarlo el miércoles, el Kafka Weekend puede tener lugar.

Lo cual, milagrosamente, ocurre. Un grupo de doce góticos, y dos estudiantes de máster de algo relacionado con la computación, hacen sus reservas. Ingresan-dinero-en-nuestra-cuenta. Paulo se acerca a Madrid a verle la cara al grupo en el meeting point y los despacha con asco en la puerta de embarque. Estamos rodando. El lector anónimo los recogerá en Praga. Esa noche nos reunimos en casa de las Miralles y acabamos hablando de cine de terror. Bebemos absenta. Me quedo durmiendo en el sillón de las gemelas y sufro las peores pesadillas de toda mi vida, algo tan atroz que jamás podría acercarse ni a un millón de kilómetros a su expresión en palabras. Al despertarme, con los músculos de la cara agarrotados por el espanto, veo a Patricia Miralles mirándome a mí, muy seria. No sé dónde estoy, pero desde la cocina me ofrecen café con leche.

El viaje está resultando un desastre total a esta hora. La pensión que había encontrado el lector está llena de prostitutas y drogadictos, y la más joven de las góticas ha sufrido supuestos abusos sexuales. Además, les han exigido más dinero en metálico para poder alojarse. A los informáticos los han sacado de su habitación en medio de la noche y los han reubicado en un cuarto de escobas para dejar sitio durante casi una hora a una pareja. No hay desayuno. El barrio del castillo es el peor de Praga, una acumulación de cemento, hogueras, yonquis y delincuencia callejera difícil de encontrar en España desde los años 80. El castillo no es en absoluto un castillo, sino una ruina tras una pared llena de pintadas, con una puerta de aluminio mal cerrada con un candado cuya llave el guardián no posee. Toda esta información nos la va suministrando el lector a través de Paulo. No le coge el teléfono a nadie más. Paulo se muestra extrañamente calmado con él, y si le preguntamos a qué se debe tanta calma nos responde que no podemos arriesgarnos a que se enfade y nos abandone justo ahora, con el grupo allí. La excusa no me convence, pero nadie dice nada. Intento llamar a uno de los viajeros, pero los números han desaparecido de la base de datos. Jesús me explica que no tuvo tiempo de preparar una plataforma estable, pero que para el próximo Kafka Weekend todo irá como la seda. No entiendo nada, me duele la cabeza y mis amigos parecen haberse vuelto gilipollas de la noche a la mañana. Lo último que oigo antes de salir a despejarme a la calle es un rumor sobre la inminente llegada de unos periodistas checos a la puerta del castillo, para documentar el ridículo. Trago saliva y cierro con portazo.

Tengo la boca pastosa todavía de haber respirado el amargo fluido amniótico de la pesadilla de anoche. Taquicardia y lentitud mental. La sospecha de que la puta absenta contenía algún ingrediente secreto inadvertido. Paseo sin rumbo, pero sin querer me acerco hacia mi casa. Cuando quiero volver al piso de las Miralles me encuentro exhausto. Subo a mi habitación y me meto en mi cama. Duermo catorce horas y sueño con una playa vacía.

Al día siguiente ya todo se ha desencadenado. El tag #vacacionessuicidas es TT absoluto, y el post del blog de uno de los góticos, donde se narra en detalle el fin de semana entre abundantes fotos, se convierte en la fuente de cientos y cientos de referencias. Hay prensa esperando al grupo a su vuelta a Barajas. Los móviles de Paulo y Olgaga no paran de sonar: hasta Iker Jiménez quiere entrevistarnos para su programa. Llego por fin al piso de las Miralles y sé, de repente lo sé, que todo ha sido planeado tal cual, hasta las detenciones de los pobres turistas por mendicidad y consumo de drogas. Lo que no sé es por qué me he quedado fuera del secreto. Miro a mis amigos, también conocidos como El Club de la Tenia, y siento el deseo de ser un poco más tenia. Siento el deseo de internarme en un tubo digestivo, como ellos, y quedarme ciego.

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