10.11.12

UN AÑO CHECO, 3X04

PROMETEA


Sospecho que por amor, pero no lo sé, Jesús le ha fabricado a Olgaga un sofisticado programa para gestionar sus cientos de cuentas falsas de redes sociales. El engendro le ha costado semanas de trabajo y es capaz de manejar las direcciones IP como una ametralladora maneja las balas, hasta tal punto que nos hemos visto obligados a contratar una conexión a Internet nueva solo para el ordenador de nuestra experta. Ahora, Olgaga puede poner a 500 marionetas a tuitear nuestros hashtags con un solo clic de su blanco índice. Puede crear personalidades para sus identidades de Facebook y Tuenti, y ponerlas a interactuar. Promocionar con sus múltiples cuentas cualquier cosa en Menéame, introducir cualquier tema de conversación en cualquier foro, llenar con el meme que ella desee las conversaciones de whatsapp de la chavalada, etc. Visiblemente encantada, Olga lleva ya una semana durmiendo en el sofá de la oficina una media de cuatro horas al día y dedicándole las demás a la manipulación internáutica. La interfaz del programilla usa una paleta basada en violetas y naranjas, tipografías webdoscerianas y dibujos de burbujas, fenómenos todos que refuerzan la tesis del enamoramiento que sostenemos con fruición Paulo y yo. Tiene un nombre, el software: False-O-Matic. 

@torque77: Meterse un #KafkaWeekends es mejor que meterse una seta XDD

@nomenome: Vengo d #KafkaWeekends no m pidáis que os lo cuente en 1 tuit pq necesitaría mejor 1 novela ;)

@fastforwar: Prague is the new Amsterdam #KafkaWeekends

En la página oficial de Facebook hay un concurso en marcha que está resultando muy popular. Se trata de relatar en el muro la mejor anécdota ocurrida en un Kafka Weekend. Todas las semanas se contabilizan los megustas que recibe cada una, y el ganador recibe un lote de merchandising. Ni que decir tiene que no tenemos merchandising ni falta que nos hace, porque siempre las gana Olgaga con alguna de sus identidades. Ésta recibió más de trescientos megustas. La contaba un tal Huan Solo, de espaldas y vestido de negro en su foto de perfil:

 Acabo de llegar a la pensión y me estoy fumando un cigarro asomado a la ventana. No llevo así ni diez minutos cuando oigo que llaman a la puerta: dos turistas yanquis, una pelirroja y la otra rubia, con pinta de atontaditas. Me preguntan si hablo inglés y me enseñan una tarjeta que han encontrado en su habitación: Llamad a la puerta de al lado y pedid un cigarrillo. Llevad esto a cambio. La ofrenda no es otra cosa que la consabida botella de Becherovka, que yo ya sabía por los foros que aparece por todas partes en los KW. Nos reímos. Todo esto, más que una incursión en los abismos del subconsciente, parece una gymkana, les digo, y están de acuerdo, así que abren la botella y se sientan. Parecen aliviadas de que el viaje no sea para tanto. En un momento dado, me preguntan la hora, porque aún no han adelantado los relojes. Se la digo y se quedan pensando, con los vasitos de aguardiente congelados en sus manos. Se miran confusas. La pelirroja hace cuentas con los dedos, mirando al techo y susurrando. Pregunto qué pasa, pero me ignoran. Me sirvo un cuarto vasito de Becherovka, deseando que solucionen el asunto cuanto antes para seguir la celebración. Entonces la rubia recuerda algo:

- Tengo una idea. ¿Te acuerdas de que has grabado un vídeo con el móvil en la puerta del hostal, al llegar? Mira a qué hora fue tomado.

Su amiga saca el teléfono, trastea un poco, dice what the fuck is this, y a continuación grita. Un grito que me produce una náusea persistente y algo de dolor de cabeza. La rubia corre junto a ella, mira la pantalla del móvil, y se pone a gritar, a su vez. Un momento después, también están llorando. My god. What the fuck is this. Oh my god. Y así todo el rato. Me cuesta bastante trabajo, pero me levanto y llego junto a ellas. Calm down. It's alright, be cool. Me enseñan un vídeo, que aseguran no haber tomado ellas. Aparecen tumbadas en la cama de, supongo, su cuarto, durmiendo. Los pies colgando, la postura incómoda. La rubia ni siquiera se ha quitado el abrigo. En primer plano dos tazas de té aún humeando sobre una mesa baja. Llega alguien. Es un hombre desnudo, hirsuto y con el cuerpo tatuado, que se mueve encorvado. Lleva unos aretes de un metal de color oscuro en las cejas, la nariz, los pezones y el ombligo, y se ha pintado los labios de negro. Se comporta como si estuviera drogado. Toma de algún lugar fuera de plano una pequeña botellita y un pincel, y se repinta de negro el glande y los labios. Luego chupa el pincel, se sube a horcajadas sobre las chicas y las besa una a una. Las miro en ese momento y me doy cuenta de que aún llevan restos del extraño pintalabios en la boca. El vídeo continúa: el hombre vacía ahora el resto del líquido negro en la botella de Becherovka, y la deja junto con la tarjetita encima de la mesa de café. Para terminar, se incorpora y se dirige lentamente hacia el lugar donde ha colocado el móvil-cámara para detener la grabación, exhibiendo una erección descomunal. Miro a las chicas, que lloran abrazadas, sentadas en el suelo, y miro a continuación la botella, a la que le falta la mitad de licor. Noto golpes de calor, flojedad en las rodillas y la cadera, fragmentación del discurso interior, ataques de pánico y taquicardia, hipersensibilidad y euforia. Me tumbo junto a las turistas y las abrazo. Me excito. Ellas lo notan y se ríen. Empezamos a reírnos los tres a carcajadas. Medio por hacer el chiste, me levanto y cojo la botella, lo que provoca una ola de risa nerviosa. Bebo de la botella. Le doy de beber a las chicas. Seguimos riéndonos y abrazándonos hasta que la pelirroja empieza a quitarse la ropa, descubriendo, para sorpresa de nadie, los mismos tatuajes, los mismos aretes oscuros, el sexo pintado de negro. Todo esto nos hace mucha gracia otra vez. La rubia saca del bolso una botellita y un pincel iguales que las del extraño visitante. Nos pintamos. Una sensación fría y estimulante en la boca y en la polla. La pelirroja empieza a grabar con el móvil. ¡Estoy en una peli gonzo! Se abre la puerta, y aparece el flaco.

En fin, la Olgaga que conocemos, pero multiplicada por miles de identidades fraudulentas. Reloaded, digamos. Ubicua. Desbordada, inundando el ciberespacio con su incontinencia ficcional. Le decimos cosas y nos contesta sin necesidad de apartar la mirada de la pantalla ni dejar de teclear. Le regalamos el oído, le vaticinamos fama y riqueza literarias, y ella se ríe. Lo mío no es la literatura, chicos. Qué vulgaridad. Lo mío es la ficción a secas. ¿Y qué diferencia hay, según tú? Sois catetos, amigos míos. La ficción literaria requiere que el lector suspenda voluntariamente sus mecanismos de incredulidad. Como decía Coleridge, ¿me seguís? Para ello, ese lector necesita un aviso previo, algo que le diga: eh, esto es ficción, apaga el antivirus. En la librería o en las listas de ventas, la etiqueta es explícita: ficción / no ficción. Y además están los géneros, para clarificarlo todo aún más. Lo que hago yo, en cambio, es joder a los lectores. Romperles la palanquita de la incredulidad. Engañarlos o hacer que sean ellos quienes se engañen a sí mismos. Borrar las fronteras, si esto de borrar las fronteras no me provocara un poco de risa. Internet. Internet es el océano, de ahí lo de "navegar", ¿verdad? Intoxico Internet, llevo años haciéndolo. Falseo, prevarico. Los de mi equipo vamos ganando, por otra parte. Estamos consiguiendo que la gente apague voluntariamente ese filtro nada más abrir el navegador. Que trate todo lo que sale por la pantalla como si fuera ficción. De ahí a tratarlo todo como si fuera ficción solo hay un paso, y entonces habremos ganado. Nosotros, los solipsistas del mundo, entendido éste como la suma de dos ojos y una pantalla de cine que proyecta ficción 24/7. Habremos ganado. Los idiomas perderán el plural y el verbo creer, y la gente perderá los pezones y el ombligo. No serán necesarias las drogas, y el pasado podrá alterarse simplemente rodando una precuela. Follaremos siempre con nosotros mismos, con avatares diferentes de nosotros mismos, jamás con un otro. Y dormiremos bien, ocho horas al día. Y los vasos de leche siempre estarán templaditos, putos gilipollas de mierda. Dejadme en paz, ahora.

Miramos a Olgaga con grados diferentes de admiración, e incluso en un caso con amor, mucho amor. Obviamente, ha mezclado lo que nos estaba contando a nosotros con la historia psicótica que estaba redactando. Esto le pasa mucho ahora. Miramos a Jesús, que trata de disimular, y a continuación nos miramos entre nosotros. Sonriendo y llenos de fé y esperanza en el futuro de la raza humana.

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