30.11.12

UN AÑO CHECO, 3X07

FUCKING MELENDI


¿Quién puede narrar un sueño a base de tuits? Jesús, obviamente. El proceso es tan engorroso y es tan fácil perderse, que uno casi utilizaría el adjetivo "onírico" para describirlo. Y esas digresiones. En los sueños, el contexto no es estable. El marco de referencia físico y simbólico resulta elástico. Una cascada de tuits puede reproducir la liquidez de las pesadillas o la aritmética alienante de un extracto bancario, todo depende. Jesús administra la web de los Kafka Weekends y se encarga de tratar con la empresa de hosting e ISP. Siempre le sobra tiempo. Pertenece a una estirpe rica en tiempo pero alérgica a él. Parece flotar en un océano de tiempo tóxico. Está enamorado y pasa horas mirando a su amada, que no es otra que Olgaga. Ella se va deshaciendo, gracias al False-O-Matic que Jesús le regaló, en miles de identidades fraudulentas. Cualquier análisis objetivo de los sucesos que tienen lugar en la cabeza de la chica arrojaría el siguiente resultado: esta persona se odia y trata de taparse con ficción. También: no va a aguantar otra semana, a no ser que hagáis algo.

Ninguno de nosotros sabemos qué hacer ni en qué consiste ese algo. Olga ya lleva un mes viviendo aquí: duerme en un sofá, genera kilos de residuos, trabaja dieciocho horas al día y realiza furtivas incursiones al chino de enfrente con dinero que nos sisa. Compra allí sobre todo dulces industriales, tabaco y bebidas gaseosas, pero también compresas malas, dentífrico, gel y champú de marca Amalfi, detergente a mano, ibuprofeno y otros fármacos de la trastienda. Suele dormirse ya de día y a Jesús le gusta quedarse un rato a verla dormir fumando en el sillón, entrando ya el sol de plano por los inmensos ventanales contra su cuerpo desarbolado, mientras la limpiadora uniformada pasa la aspiradora por la moqueta llena de colillas.

Ha ganado mucho peso, Olga. Su pelo acusa los estragos del champú Amalfi y las incómodas y poco frecuentes duchas en el cuarto de baño del trabajo. Su cutis, la falta de cuidados, el encierro, el tabaco y el escaso sueño. No tiene ropa para cambiarse. La lava muy de vez en cuando, la seca en los radiadores y se la vuelve a poner. Huele un poco. Solo come cosas dulces y de malísima calidad. Tal vez los somníferos inidentificables que le encarga al chino le estén afectando, porque sus gestos se están volviendo muy lentos. Es raro verla llevarse el cigarro a la boca con esa exquisita lentitud y ese silencio, ella que era tan vivaracha y tan habladora. No estamos seguros, pero Paulo y yo creemos que el sábado pasado se orinó encima y no se dio cuenta hasta pasado un buen rato. Vagamente discutimos sobre qué deberíamos hacer con ella, pero no se nos ocurre nada, y por otra parte su trabajo es de una brillantez que roza la genialidad, y nos resistimos a creer que alguien que puede rendir a ese nivel tenga algún problema grave en el fondo. Jesús aboga por dejarla en este estado el máximo tiempo posible. Las Miralles le cantan canciones, desde el otro extremo de la central.

Mientras tanto, Jesús la mira. ¿Y qué ve, cuando la mira? ¿La degradación del objeto de su amor, el primero de su vida, o el desamor, la insondable indiferencia que Olgaga muestra hacia él? Hay motivos para pensar que lo que mira es a sí mismo, protagonista de una pequeña sitcom romántica, por una vez.

El sueño es así: Olga está en casa, planchando (?), y llega su marido, alguien inidentificable. El tipo es venal, está borracho, alza la voz, su actitud es agresiva y dominante. Le pega. Le da una paliza. La escena es muy mala, propia de ese mal cine español que hace gala de un truculento concepto del realismo, como si el país se hubiese detenido nada más terminar Camilo José Cela Pascual Duarte. Sale sangre, un diente. Un hueso se parte. Cardenales everywhere. Olgaga logra encerrarse en su habitación, a salvo del marido. Entonces, enciende la tele. Es una Olgaga distópica, algo poligonera, con flequillo. Busca la telebasura y se queda viéndola. No pasa nada más. De vez en cuando se ríe o hace algún comentario indignado. Pasa el tiempo.

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