9.12.12

UN AÑO CHECO, 3X08

NUMISMÁTICA Y COLOMBOFILIA


Si bien el de Olgaga es el caso más extremo de polilla-y-bombilla de entre los miembros del Club de la Tenia, los demás también estamos abandonando los restos de vida laboral, social y familiar en beneficio de la empresa. El otro día, Jesús y yo empezamos una nueva competición workahólica consistente en contabilizar llamadas perdidas de nuestras respectivas madres. El ganador semanal recibe del perdedor una botella de licor de flores del chino de enfrente. El mensual, un cuadro de un Cristo adornado con LEDs que venden en el mismo establecimiento. Huelga decir que la primera estrategia para aumentar las llamadas de nuestras madres consiste en no responderlas. En estos momentos, Jesús lleva seis, y yo dos. Le hemos propuesto a Olgaga que participe también, pero no estamos seguros de si nos ha entendido, y además su móvil lleva apagado un mes. A Paulo, un poco por respeto, un poco por tratar de sabotearlo emocionalmente, no le hemos dicho nada. Sabemos que hace años que no habla con su familia. Por eso, cuando hablamos del asunto y él está presente, lo hacemos medio tono más alto de lo habitual. En la nota de la farsa. En esa misma nota se ha ofendido él esta mañana y nos ha dedicado esta perla:
Seis a dos, muy bien. Está muy bien que lo contabilicéis todo. Como cuando os pasabais la vida en el Facebook y competíais por sacar más megustas que el otro con fotos más anodinas y ganó Jesús con una de un potito de pescado y veintiocho. Me recordáis al drácula de los números que salía en Barrio Sésamo: la neurosis de la contabilidad, el número por el número, que abre entre las cifras y su correlato una falla insalvable. Contáis los pelos del bigote de Hitler, el número de entradas de un Tumblr que hay por ahí que recopila fotos de gatos que se parecen a Hitler. Coleccionáis versiones raras de Lili Marleen (195, según la recopilación del sello Bear Family), e incluso podríais montar un programica en Radio 3 con el tema. Sacaríais la de Marta Sánchez, eso fijo fijísimo, que os conozco, mentecatos. Sacaríais la original, de Lale Andersen, y la canónica, de Marlene Dietrich. Olvidaríais mencionar que la Dietrich grabó la suya gracias a un programa del alto mando estadounidense para desmoralizar al enemigo. Olvidaríais mencionar que los soldados del ejército rojo escuchaban esta canción todas las noches, sintonizando emisoras alemanas mientras avanzaban hacia Belgrado descuartizando divisiones de pánzer por el camino, y que seguramente en la canción buscaban una puerta hacia cualquier cosa que no fuese la muerte, y que esa puerta no se abría nunca, porque la voz de Lale solo hacía aparecer una rendija, y que, si se abría, se abría a algo negro: centroeuropa, o sea, la muerte. ¿Y por qué olvidaríais mencionar todo esto? Porque vuestro lenguaje de números no tiene significado, ni gramática. Es posible emitir. Es realmente fácil emitir, pero no recibir. Ni desencriptar. Vuestro balbuceo no interpreta el mundo, sino que lo deslee y difumina, lo disuelve. Como la sal en el agua, o el aburrimiento en la nada. Sois llamadas perdidas de vuestras madres, sois megustas en vuestras fotos, sois retweets. Pero sois algo más. Algo de lo que no hablan Crystal Castles. Sois euros en la cartera, número de impactos publicitarios recibidos, porcentajes de hábitos de consumo. Cifras de desafiliación. Calificaciones de imagen de marca. Precios de primeras, segundas y terceras matrículas. Asistencia a festivales. Cursos de formación: entidad que imparte, número de alumnos, subvención per cápita. Sois aunque no lo queráis índices bursátiles, votos, focus groups, ayudantes interinos del asistente del adjunto al subordinado. Sois residuos sólidos urbanos (RSU) al año: exactamente quinientos doce kilos y setecientos ochenta gramos.

Ya con la risilla puesta, Jesús le espeta a bocajarro un castizo entre tú y yo, Paulo, exactamente cuánto tiempo hace que no follas.

¿Lo ves? Contabilidad. Cuánto tiempo hace que no follas. Cuántos polvos, cuánto tiempo entre uno y otro. Recuento. Ganadores y perdedores, dependiendo del resultado. Un resultado numérico. Qué tiene eso que ver con nada remotamente parecido a algo que se pueda denominar amor. ¿Es que no habéis leído al puto Žižek? No, estabais muy ocupados follándoos todo lo que se movía, ¿no? Pues resulta, queridos amigos, que el amor es el mal, el reverso oscuro del imperativo categórico, la dominación. Hale, contabilizad eso, si tenéis huevos. Computad el nivel de dominación que ejercen sobre vosotros vuestras pulsiones sexuales, el peso de la montaña de mierda con que tenéis que lidiar todos los días para satisfacerlas, la cantidad de objetos absurdos que compráis gracias al hábil uso que algún creativo de márketing hace de ellas. Contad, contad, que os vais a quedar ciegos - enanos - se os va a secar la médula, de tanto meneárosla, digo, de tanto contar. Y lo que más gracia me hace es que tenéis la salida delante de vuestros ojos todo el tiempo, pero no la veis. Podríais liberaros de esa rueda de borrico. ¿Cómo? Aprendiendo. Aprendiendo de ellas, de las Miralles. Pero no. Vosotros no. Las miráis y lo único que pensáis es por qué orificio os gustaría metérselas. Os advierto: vais a ser expulsados. Recibís muchas oportunidades, pero algún día se os acabarán. Quien no quiere aprender, no merece aprender, y viceversa.

Jesús y yo nos miramos con expresión de madre mía qué bueno, vamos a estar riéndonos de esto un mes. Al mismo tiempo, yo pienso en una cosa que encontré el otro día, aquí en la oficina: una bolsa de plástico dentro del cubo de la basura, y dentro de la bolsa una monda de manzana como solo las Miralles pueden hacer, fina como una uña, y un ticket de la librería, y en ese ticket el siguiente (único) ítem:

- ARTE DE LA CURACIÓN ESPIRITUAL, EL
Joel S. Goldsmith, RCR----------------------------------------14€

Huelga decir que jamás he visto a las gemelas con ningún libro de ese tipo entre las manos, y también que el hecho de que los compren y los oculten ha cambiado totalmente (y a peor) la imagen que tenía de ellas. Pienso en decírselo todo a Paulo, pero no lo hago. Hemos tomado partido. Por la ficción. Cuando vas a ver a un mago, está feo ponerse a gritar he visto el truco he visto el truco. Tal vez ese silencio cómplice de todo el mundo sea el mayor truco de todo el espectáculo.

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