14.1.13

UN AÑO CHECO, 4X01

ELVIS EVERYWHERE


¿Sabéis esa gente que pone los ojos en blanco y suspira ese disco me cambió la vida? Esa gente siempre me ha puesto nerviosísimo, con tantos cambios de vida a sus espaldas. Cuadros, películas, libros, viajes, relaciones, profesores, canciones o pinzas de tender la ropa que en algún momento te abducen y te devuelven otro. La cosa va así, ¿no? Pues si tú lo dices. Además, yo te recuerdo en esa época anterior a tu visionado de Réquiem por un sueño y eras exactamente igual que ahora, colega. Llevas diciendo lo mismo desde que viste The Doors, con quince años. Cambiar de vida. Já. Una vez vi a un tipo cincuentón y obeso ofreciéndole un iPhone a una adolescente pobre que acababa de conocer: he ahí un regalo de los que cambian la vida. Pero de estos cambios de vida uno no habla. Tú, en cambio, de los tuyos no puedes parar de hablar.

Conozco a tantos y tantos artistas imbéciles. Si te presentara a la mitad de ellos te alejarías para siempre de cualquier actividad artística o literaria y te harías ingeniero agrónomo. Así de imbéciles. Pero para tontos, su público. ¿Cómo se llama el payaso que canta en Vetusta Morla? Tal vez yo también me desgañitaría hasta para pedir la vez en la charcutería si viviese rodeado de gente que declara que cada una de mis canciones le ha cambiado la vida. Dios. Qué poco dice eso de esas vidas. ¿Qué son, esas vidas, plastilina, puré de patatas, qué? ¿Cuánto horror hay detrás de alguien que agita un montón de billetes en la mano ofreciéndoselos a cualquier artistucho de mierda para que le cambie la vida? Hambre de mística. Hambruna. Muerte por desnutrición de mística. Hipomisticismo cerebral. Hay que medicar.

Y ahí están todos esos hombres medicina que odio a muerte. Bueno, no los odio a todos. A los mediocres y feos, a los que no llegan a ninguna parte porque no consiguen dejar de parecer tan hambrientos de mística como su público objetivo, a ésos no los odio. Porque son mis hermanos.

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