9.3.13

UN AÑO CHECO, 4X05

CARONTE


Parece claro que el reciente fracaso-estafa en lo terapéutico debería alejarme para siempre jamás de esa extraña casta de sacerdotes seglares, pero, joder, es que necesito terapia, así que esta vez he decidido probar algo nuevo. También lo he encontrado en los anuncios del Facebook. Mis criterios son difusos. Se trata de un sitio para rehabilitarse de las drogas y el alcohol, y todo ello para guiris: Los Olivos Rehab in Spain. Les mandé un correo la semana pasada. Tardé cincuenta minutos en redactarlo. Me contestaron casi inmediatamente para concertar una entrevista en la que se valoraría la idoneidad de mi ingreso, a la que me presenté con un inmenso petate. Pensaba quedarme meses en el sitio, así que se me ocurrió que mejor me iba bien preparado. Creo que la imagen del petate, imposible de obviar, pesó en mi contra a lo largo de la entrevista, así como mi pésimo inglés hablado y la incoherencia suma de mi historia, donde en un momento estoy desahuciado por mi familia, mi novia, mis amigos, mi casero y mi jefa y al siguiente estoy dispuesto a pagar miles y miles de euros por una estancia en Los Olivos. Pero esos miles y miles de euros pesaron mucho más a mi favor. Y me consiguieron una plaza. Una plaza instantánea.

El sitio está en Málaga, por Alcaucín. Bonico. En medio de la sierra. Bastante perdido. Y bastante desierto. Solo había seis personas en detox al llegar yo, cosa que de haberla sabido me habría ahorrado mucho dinero, pues la estancia en habitación doble es mucho más barata que la individual que, misántropo de mí, contraté.

Todos me odiaron con toda su alma, y no se creyeron ni una palabra de todo lo que dije en la primera reunión de apoyo mutuo. Vi a gente poner los ojos en blanco, aunque la tónica general era mirarse las puntas de los zapatos, incluyendo por supuesto al psicólogo que moderaba el grupo. Por algún motivo, aunque me habían explicado que en las dos primeras semanas no se me iba a permitir salir de la finca, al terminar la sesión se me conminó a dar un paseo por el  campo. Estaba anocheciendo y hacía mucho frío. Había luna llena. Conforme me adentraba en el bosque se iba haciendo de noche, pero yo no tenía linterna ni sabía si debía o no volver. Estaba convencido de que debía dar un paseo durante al menos tres horas, y al mismo tiempo me preguntaba por qué estaba tan convencido de eso, con la única conclusión posible de que esos demoníacos psicólogos me habían inculcado la idea, de forma totalmente subliminal, pero que la excursión formaba parte de la terapia. Me perdí.

¿Pero de qué terapia? Desde que me había puesto en contacto con Los Olivos por primera vez, no había hecho más que mentir. No tenía un problema incapacitante con el alcohol ni con la farlopa. Ojalá. Mi problema incapacitante era conmigo mismo, pero de esto la gente de la clínica no tenía ni idea. ¿No tenía ni idea? Igual sí. Igual me habían calado desde el minuto uno. Igual vagar por un bosque a medianoche era exactamente la prueba zen que mis chacras estaban esperando para abrirse como amapolas. Igual todo estaba perfectamente determinado, hasta el ulular de un búho que oí en un momento dado. Empezó a llover.

Busqué refugio en una edificación abandonada bastante parecida a la de la bruja de Blair. Al principio tenía un miedo tan intenso que no podía ni mirar a los lados, por temor a encontrar algo sobrenatural, pero en una hora o así una extraña exaltación se fue imponiendo. La de estar perdido en un parque natural, la de haber sido despojado del móvil, la de haber visto un búho, la de andar rodeado de gente que me odiaba, la de haber llegado por fin, de verdad y sin paliativos, a un auténtico cul-de-sac. Una exaltación a modo de lámpara que arrojaba luz sobre toda mi vida reciente junto al Club de la Tenia y las aventuras de Praga. El cerebro me funcionaba a cuatrocientos por hora. Todo el rato tenía la sensación de estar llegando a conclusiones trascendentales. Pero no. Ya no recuerdo nada de lo que pensé esa noche, así que esencialmente todo debió de ser como cualquier monólogo interior, solo que con un poquito más de adrenalina.

Al amanecer me di cuenta de que había vuelto sobre mis pasos en medio de la noche y me encontraba a unos doscientos metros de mi dormitorio, en una caseta en ruinas ya en los terrenos de Los Olivos. Aún tuve que esperar un par de horas, porque no quería despertar a nadie. Sabía que el desayuno se servía a las ocho: a exactamente esa hora toqué el timbre, entre la hipotermia y el agotamiento. Nadie me preguntó por mi aventura nocturna: en sus caras era visible que sabían que no había habido ni drogas ni alcohol en ella, y sí una buena cantidad de vergüenza ajena. Tomé café y un cuenco de habichuelas con salsa gravy. Estaba a punto de meterme en la cama cuando se me acercó un tipo y me dijo:

- Ready?

Mi sesión terapéutica individual estaba a punto de comenzar. Miré al tipo, vestido baratamente con forro polar y zapatos de trekking y pensé oh dios, otro pseudopsicólogo loco de la Gestalt. Estoy perdido. Reconozco a los chalados de la Gestalt porque visten igual que los chalados de la CGT. A veces, el mismo chalado puede pertenecer a ambos grupos, en un cómodo continuo de integrismo y demencia. Admito que hablo sin saber nada ni de la Gestalt ni de la CGT y que me baso en la impresión que producen sobre mí esos forros polares y esos zapatos del Decathlon. Cuando los veo con un CD en la mano, siempre creo que es de los indios tabajaras. Como mascotas no tienen más que enormes perros mestizos. Atad cabos vosotros mismos.


- Lo que vamos a hacer hoy es dibujar las columnas maestras de tu edificio egoico. El edificio egoico es la percepción que tienes de ti mismo, no solo en términos lógicos sino también físicos y emocionales. Cierra los ojos. Imagina que estás rodeado de gente. Gente de todo tipo. ¿Ya?
- Ya.
- ¿Dónde estás?
- En un centro comercial de Murcia.
- ¿Hay chicas?
- Muchas.
- ¿Chicas de todo tipo?
- Chicas de todo tipo.
- De todas esas chicas, quiero que te concentres solo en las que tienen una edad aparente de entre 15 y 45 años.
- Entre 15 y 45 años. Entendido.
- ¿Las estás visualizando?
- Las estoy visualizando.
- ¿A qué porcentaje de ellas te follarías, si tuvieses ocasión?
- ¿A qué porcentaje?
- A qué porcentaje.
- Al... este... al ochenta y cinco por ciento.
- ¿Al ochenta y cinco por ciento?
- Al ochenta y cinco por ciento.
- Y rechazarías al quince por ciento.
- Rechazaría al quince por ciento.
- ¿Ochenta y cinco quince?
- Ochenta y cinco quince. No soy ningún enfermo. A las obesas mórbidas y a las discapacitadas no me las follaría.
- El porcentaje de obesas mórbidas y discapacitadas en la población no es del quince por ciento. La cifra debe de rondar aproximadamente el diez por ciento.
- ¿El diez por ciento?
- El diez por ciento.
- Pon noventa diez, entonces.
- Entendido.
- (...)
- Alright. So... ¿cómo piensas hacerlo?
- ¿Hacer qué?
- Follártelas.
- ¿Follármelas? No entiendo la pregunta.
- Pregunto que cómo vas a convencerlas de que tengan sexo contigo, en tu ensueño.
- No voy a convencerlas, este... Gareth. No voy a follarme a ninguna. No conozco a nadie en este centro comercial. Además, no es un sueño erótico. Es solo una imaginación neutra que estoy teniendo siguiendo tus instrucciones.
- ¿No vas a follarte a ninguna?
- No voy a follarme a ninguna.
- ¿Estás sintiendo deseos sexuales hacia novecientas mujeres y no vas a hacer nada con eso?
- Exactamente. Nada.
- ¿Crees en la posibilidad de que las pulsiones sexuales se resuelvan desapareciendo? ¿Es factible pasearse entre cientos de mujeres sexualmente apetecibles sin que nada se tense dentro de uno?
- Seguramente no.
- Seguramente no.
- (...)
- Vamos a aprovecharnos de la anarquía de nuestra imaginación con un pequeño experimento. ¿Te place?

(Y lo más gracioso es que sí me placía. Entraba un sol muy limpio por las ventanas, una luz muy clara tras la noche de lluvia e insomnio. Dentro de mí el picor y la sequedad de los ojos libraban una plácida batalla contra el efecto estimulante del café. Por esa luminosidad y esa cuenta nueva de mi paisaje interior había pagado yo unos cuantos miles de euros: era el momento de disfrutar de mi compra condescendiendo a hablar con el británico perroflauta de tetas y culos.)

- Me place.
- Bien. De entre todas las mujeres que te gustan, dentro de ese centro comercial donde la gente pasea y ríe y compra mierdas inútiles como si no hubiera mañana, quiero que elijas a tres. Si van las tres juntas, no pasa nada. Concéntrate. Tres Beatrice. Ya.
- Vale. Ya.
- ¿Estaban las tres juntas?
- Sí.
- O sea, que son tres amigas.
- Tres amigas.
- Háblame de ellas. De lo que tienen en común.
- Pues verás. Tendrán unos veintipico años. Son del tipo "carne del Primavera", no sé si me entiendes.
- Carne del Primavera. No entiendo nada en absoluto.
- El Primavera es un festival de música indie que se celebra en Barcelona, Gareth. ¿Has oído hablar de él?
- No (el término indie music le ha hecho fruncir el ceño, lo que confirma mi prejuicio de los indios tabajaras). En mi vida.
- ¿Has estado en contacto con esos jóvenes modernos que visten como sus abuelos y citan a Foucault cuando hablan de música pop y sufren deformaciones en sus tabiques nasales debido al ingente peso de sus enormes gafas de pasta? ¿Gareth?
- No.
- Dios, Gareth.
- ¿Son del tipo "intelectual"?
- Sí, un poco. Parecen ratas de biblioteca, pero con tatuajes y cortes de pelo aleatorios. ¿Las visualizas?
- Más o menos. ¿En sus camisetas pone cosas, verdad?
- Sí. Mensajes irónicos. Una lleva una que dice "Kliss", y salen cuatro Playmobil caracterizados como el grupo de música glam "Kiss". ¿Lo tienes?
- Uf. Ahora lo he perdido.
- Ya, perdona. Bueno, en lo esencial lo tienes. Ropa reciclada, gafas, opiniones heterodoxas sobre todo... esa onda.
- Y paradójicamente las tres parecen salidas del mismo molde, ¿verdad?
- Sí, Gareth. Exacto. Muy listo.
- ¿Y esas son tus musas? ¿A ésas, de todas, te llevarías a la cama?
- Bueno (un poco ofendido), no es exactamente eso. Ésas son las chicas a las que trataría de conquistar. Obviamente, con las chonis de gimnasio no tengo nada que hacer. Con las mamis de buen ver, tampoco. Ni con las pijas. Ni con las sanas y normales. Con estas tres, al menos, tengo una oportunidad.
- Ah (anotando, por primera vez, algo en su libreta). Describe qué te da más posibilidades, con este grupo específico.
- Pues para empezar, mis cinco a diez años de más. Por algún motivo, estas chicas se sienten atraídas por los treintañeros. Mis lecturas. No las lecturas en sí, sino mi manejo del namesdropping. Mi acervo en el campo de la cultura popular, que me permite detectar quién quieren ser, de entre un conjunto limitado de modelos femeninos de referencia (casi siempre Enid, la protagonista de Ghost World), y hacer que se sientan así. Mi fenotipo, que sería inaceptable entre otros subgrupos (larguirucho con panza) aquí pasa por bueno. Mi "amistad" con personajes de referencia del periodismo, la hostelería, la escena independiente y la gestión cultural de la ciudad. Mi blog, sobre "tendencias artísticas alternativas". Mi bigote. Mis camisetas de Pavement. Mi corte de pelo de 30€. Mi anorak de 300€. Mi mural de Hulk, de 3000€.
- Ésas son tus armas para ligar. Más falsas todas que un duro de madera.
- Más falsas todas que un duro de madera.
- ¿Y funcionan?
- No funcionan casi nunca.
- Y cuando sí consigues llevarte a alguien a la cama, te das cuenta de que tus "armas" no han tenido nada que ver, ¿verdad?
- Algo hay de cierto en eso, sí.
- ¿Ves algún paralelismo entre esto que te pasa en el campo del sexo y algún otro ámbito de tu vida, por ejemplo el profesional?
- ¿Cómo? No entiendo la pregunta.
- ¿A qué te dedicas?
- Soy empresario.
- ¿De la hostelería?
- Del turismo.
- ¿Del turismo?
- Del turismo.
- ¿Tienes un hotel?
- No. Tengo una agencia de viajes. Vivo de sacar a españoles a viajar fuera, no de acoger a guiris en España.
- Esta agencia tuya, ¿es lo que querías construir con tu vida?
- Obviamente no. ¿Tú querías pasarte la vida rodeado de borrachos y farloperos?
- Sí. Siempre he querido ayudar a la gente a explorar en su interior y a sacar de sí misma los ingredientes necesarios para la sanación.
- Hostia, Gareth, te has reído. Diciendo eso te has reído. Eres más falso que un duro de madera, tú también.
- Habló el "alcohólico".
- (...)
- (...)
- (...)
- Bueno, creo que es hora de irse a la cama, ¿no?
- ¿Cómo sabes que no he dormido?
- Me lo ha dicho el búho.

Antes de meterme en el catre me estuve masturbando en vano durante media hora. Puto, puto Gareth.

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